Todo cristiano puede vivir confiadamente sabiendo que nuestro Dios se ha comprometido a cuidarnos, vigilando sobre nosotros de día y de noche. Los israelitas en el desierto comprobaron la presencia de Dios en una forma visible y sensible. Sigue acompañándonos.

 

“Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego” Éxodo 13:21 y 22.

 

Al dejar el lugar de su esclavitud en Egipto e iniciar su viaje a la tierra prometida, una señal visible de la presencia de Dios fue concedida a los israelitas.  Por encima de ellos en el cielo veían la columna de nube que durante el día les protegía del los rayos quemantes del sol y de noche les alumbraba. Era de origen sobrenatural, divino. Acompañaba al pueblo guiándoles en la marcha para que no se equivocaran del camino y que nunca se sintieran solos. Pudieron decir como nosotros también, “porque sol y escudo es Jehová Dios” Salmo 84:11. Dios cumplía la promesa que después se quedó escrita, “El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche” Salmo 121:6 ¡Qué consolación tenía que haberle provisto este símbolo de la presencia divina! En forma especial la necesitaban en los primeros días de su marcha cuando todo era nuevo. La libertad recientemente conseguida estaba amenazada por el temor de ser capturado de nuevo. De igual manera, los creyentes de hoy son guiados y protegidos por el Espíritu Santo de Dios.

 

Dios nos asegura: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre” Hebreos 13:5-6. Las señales de la nube y el fuego que el Señor otorgó a los israelitas no sólo eran de utilidad, sirviendo de luz y de sombra, sino también de protección y de guía. Era una señal visible, realmente obvia. Todos podían ver la nube. Permanecía con ellos, aún en los años cuando eran rebeldes. Moisés ha escrito que “nunca se apartó de delante del pueblo”.

 

Los israelitas rehusaron entrar en la tierra prometida debido al informe de diez de los espías, y pensaban volver a Egipto. Si hubiesen insistido en volver a Egipto desde Cades Barnea habrían tenido que hacer el viaje sin la presencia de la nube. Dios no les iba a guiar por un camino equivocado. Dios está siempre con los suyos y ha dicho, “No te desampararé, ni te dejaré.” Hebreos 13:5. Dios no nos abandona, aunque algunos lleguen a pensar que Él lo haya hecho. El sol sigue brillando pero no siempre aprovechamos su calor. ¿Hemos conocido el gozo ilimitado de la presencia del Señor? No permitamos que la desobediencia interrumpa este gozo. Hoy no vemos ninguna nube de día ni fuego de noche, pero de todos modos podemos estar confiados pues Dios está con nosotros y su poder nos rodea. Es la promesa de su presencia en que podemos confiar. –Tr. The Word/daj

 

Lectura Diaria:
Génesis 18:1-33 [leer]
/Job 21:1-34 [leer]
/Mateo 10:1-23 [leer]