Todo verdadero hijo de Dios tiene un solo deseo, complacer a Aquel que le amó e hizo posible su eterna salvación. He aquí algunas sugerencias acerca de este tema tan importante.
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” 2 Timoteo 2:15.

Es siempre saludable considerar el tipo de servicio que rendimos a Dios. Pablo el apóstol usó la figura de un edificio en construcción para destacar que cada miembro de la iglesia debería contribuir a su crecimiento. Mencionó que el servicio de buena calidad equivalía a poner sobre el fundamento oro, plata o piedras preciosas. En tal caso, “la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea” 1 Corintios 3:12-13. Pablo describió el servicio inferior de uno que ponía madera, heno, u hojarasca. Es fácil saber cuál de todos los materiales serían quemados. Por eso, conviene considerar la calidad de nuestro servicio porque todo cristiano sincero desea escuchar de su Señor, las palabras de Lucas 19:17, “… está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel”, y su premio fue generoso, “tendrás autoridad sobre diez ciudades”.

En la parábola contada por Jesús, un noble entregó a sus siervos una cantidad de dinero para negociar durante su ausencia. Jesús había detectado que la gente pensaba que Él iba a liderar al pueblo como Mesías. Quiso corregir este falso concepto y enseñarles que algún día sería cierto pero todavía, no. Tenía que ausentarse durante un tiempo para luego volver. El establecimiento de su reino dependería de su muerte y su resurrección y partida al cielo para después volver. En el entretanto iba a dejar a sus siervos con la responsabilidad de ocupar su tiempo en promover los intereses suyos en el mundo.

Cada uno, sin distinción de edad o experiencia, recibió lo mismo, una mina. Fue una cantidad suficiente para cumplir con la instrucción escueta: “Negociad entre tanto que vengo”. Lucas 19:13. Habiendo obtenido su reino, el noble volvió y llamó a los siervos para saber cómo les había ido con su encargo. Algunos fueron más exitosos que otros, pero todos los que le habían obedecido tuvieron una evaluación alta, “está bien, buen siervo”. Según su fidelidad, cada uno recibió una autoridad correspondiente: diez minas, autoridad sobre diez ciudades, cinco minas, sobre cinco ciudades. Para ser un buen siervo del Señor Jesucristo, es imprescindible comprender que hay trabajo que hacer mientras el Salvador esté ausente. Ya estuvo en el mundo, pero volverá. El siervo fiel también sabe que Jesús vino para hacer posible que le sirvamos en el mundo. A fin de escuchar el parabién del Señor Jesús, hay que tener un concepto elevado de Él. Esto lleva al siervo a obedecerle y responder a su orden, “negociad entre tanto que vengo”. Cada cual ha recibido su “mina” y el Señor espera que usemos nuestra inteligencia para saber cómo negociar con ella. El Señor nos ha dado tiempo y bienes para usar. Espera que demostremos amor y usemos nuestra energía corporal en su servicio. Los Efesios fueron instruidos a aprovechar “bien el tiempo, porque los días son malos” Efesios 5:16. Cuando Pablo recordó a los Gálatas sobre el uso de sus bienes, dijo: “Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” Gálatas 6:7. Por tanto, “no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” v.9. Todo aquel que sirve debe acordarse de que “el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” 1 Juan 4:8. Usando su propio ejemplo, Pablo nos ayuda a entender cómo debemos usar nuestros cuerpos para la gloria de Dios, “y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” 1 Corintios 12:15. –daj

Lectura Diaria:
1 Cronicas 28 [leer]
/Ezequiel 24-25 [leer]
/Juan 9:1-17 [leer]