La oración es la línea de comunicación que Dios ha establecido para que entremos en contacto con Él. Para hacer uso de ella, es necesario que reconozcamos a Dios como nuestro Creador y Redentor y tratarle con toda reverencia. Es necesario ejercer cuidado al entrar en su presencia para que nuestro lenguaje sea conforme a su carácter santo.

 

Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” Salmo 19:14.

 

Hablar a Dios por medio de la oración es un privilegio que debemos apreciar. Sin embargo, no es cuestión de entrar raudamente en la presencia de Dios como un niño que entra corriendo a su casa. Hebreos capítulo 10 establece ciertas consideraciones y condiciones para que sepamos como orar. Solamente los que han sido lavado “por la sangre de Jesucristo” tienen “libertad para entrar en el Lugar Santísimo” v.19. Los que entran en la presencia de Dios han conocido “el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” o sea, por medio de la obra realizada por Cristo en la cruz en forma humana. (v.20). Ahora, resucitado y ascendido al cielo, es el “gran sacerdote sobre la casa de Dios” v.21. En vista de todo esto, la invitación es: “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” v.22.

 

¿Por qué debemos orar si Dios ya conoce nuestros pensamientos? ¿No sería igualmente efectivo meditar en nuestro interior ya que Dios sabe todo? Si Dios sabe lo que es mejor para mí, ¿no debo dejar que Él haga su voluntad? Es cierto que Dios sabe todo de nosotros y lo que necesitamos. Lo sabe mejor que nosotros. Verbalizar nuestras peticiones tiene tres efectos. 1. Demuestra nuestro reconocimiento y dependencia de Dios como nuestra roca y redentor. Es Aquel que nos da estabilidad, habiéndonos rescatado de “nuestra vana manera de vivir” 1 Pedro 1:18. 2. Requiere que ordenemos nuestros pensamientos de tal manera que si detectamos móviles equivocados como el egoísmo, la codicia, o propósitos reñidos con el carácter de Dios, debemos juzgarlos como indignos y abandonarlos. (Vea Santiago 4:2). 3. Después de haber orado en forma específica por algo, tenemos motivos para agradecer a Dios por la respuesta.

 

La oración no es para informar a Dios de las situaciones que existen en el mundo o de nuestras necesidades. Ya sabe todo, pues es omnisciente. La oración es suplicar a Aquel en cuyas manos está nuestra vida. Nos ha dejado con libertad de escoger mientras ejerce su control sobre lo que pasa en el mundo. El ser humano es muy diferente a los animales. Los animales se comunican con ciertos sonidos mientras el hombre hecho a la imagen de Dios es dotado con la habilidad de formular comunicación inteligente. El ser humano aplica su inteligencia para conocer a su Creador y luego expresa su dependencia de Él y no solamente por su necesidad física. También conoce a Dios en un nivel espiritual. En este nivel compartimos la petición del salmista para que los “los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,” sean gratos ante “Jehová, roca mía, y redentor mío” Salmo 19:14.  –daj

 

Lectura Diaria:
1 Cronicas 1 [leer]
/Ezequiel 2-3:15 [leer]
/2 Timoteo 3 [leer]