“Lo que ahora vivo… lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” Gálatas 2:20

El hombre busca respuestas más allá de lo que puede ver. Desde antiguo ha buscado razones para su existencia y conocer algo más pues sabe que el mundo material, lo que sus ojos ven, no lo es todo, no puede ser todo. Bien escribió Salomón que Dios “ha puesto eternidad en el corazón de ellos” (Eclesiastés 3:11). Una de las formas que el ser humano tiene para intentar aquietar sus ansiedades y responder a sus preguntas más profundas es la religión. ¿Qué es la religión? Este concepto no pasa desapercibido. Ya sea de manera despectiva o apasionada, casi todo ser humano tiene una consideración acerca de ella.

Entendemos que la religión, en primer lugar, tiene que ver con lo sobrenatural. Podemos definirla diciendo que la religión es un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articulan u ordenan en torno a lo que determina el destino de los seres humanos. Aquí por supuesto el hombre puede pensar que su destino está determinado por “fuerzas”, por “seres”, por “dioses”, etc.  y enormes grupos de seres humanos se organizan en torno a estas prácticas y costumbres, con variadas ceremonias particulares a cada una de las religiones. Entonces, cabe la pregunta… ¿Es el cristianismo, también, una religión? Después de todo, aparentemente cumple con la definición… La respuesta no debe dejar lugar a dudas. Los cristianos, creyentes en el Señor Jesús y seguidores suyos, no tienen una religión. Más bien, los creyentes, los verdaderos cristianos, salvos por recibir a Cristo como el único salvador personal, han entregado su vida a una persona. Dice la Escritura: “Os convertisteis de los ídolos a Dios”, y añade, “para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús” (1 Tesalonicenses 1: 9-10). Recibir el evangelio es recibir una visión enteramente diferente de la realidad. Una realidad donde el “yo” es removido y Jesucristo es el epicentro de todas las cosas. Ahora, el creyente dice junto al apóstol Pablo “Para mí el vivir ES Cristo” (Filipenses 1:21). Dios nos ha llamado desde la muerte a la vida, tal como Jesús cuando llama a Lázaro desde la tumba diciendo “¡Lázaro, ven fuera!”. Al abrazar la fe cristiana se abraza, se recibe, se acepta a una persona, una persona viva, Cristo.

En la conversión, Cristo viene a ser el centro del universo del creyente, la fuente, el propósito, el objetivo y la motivación de todo cuanto somos y hacemos. Cuando un individuo recibe el evangelio, su vida entera comienza a ser vivida en un contexto diferente, y ese contexto es Cristo. Un verdadero convertido no recibe el Evangelio como un añadido a su vida previa, mas como una sustitución por ella. Recibir el uno, Jesucristo, es dejar la vida previa. Es lo que ocurrió  con Pablo, y lo que relata en Filipenses, como ya hemos citado. ¿Tiene el lector una religión o tiene a Cristo? La salvación no es por cumplir o participar de un conjunto de creencias y reglamentos que tienen que ver con lo sobrenatural, ni siquiera con Dios. Pedro el apóstol lo expresa de manera inmejorable: “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres –una religión–, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:19). Crea en Cristo, conviértase a él y recibirá la salvación. rc

Lectura Diaria:
Génesis 47:28-48:22 [leer]
/Salmos 26:1-27:14 [leer]
/Mateo 26:57-75 [leer]