“Lo que ahora vivo… lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” Gálatas 2:20

Un joven que había sido criado en una asamblea cristiana, después de treinta años de vida abandonó el lugar, sus amigos, sus “hermanos”. Había participado activamente en las actividades de su congregación. Cantaba, enseñaba y manifestaba un celo dedicado en las cosas de Dios. Sin embargo, después de una crisis familiar y de que ciertas situaciones se resolvieran de una manera en la que él no estuvo de acuerdo decidió marcharse. Un creyente de su iglesia le buscó y conversó con él. El joven le confesó: “me di cuenta de que estaba siguiendo una religión”. ¿Cómo fue posible?, ¿Acaso no tuvo buena instrucción? ¿Acaso no sabía bien el mensaje de salvación y de la conversión a Cristo?

Amigo lector, cada persona debe descubrir a Cristo para sí misma. Él “no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Cuando escuchamos la escritura y sinceramente buscamos la verdad en ella, el Espíritu Santo nos muestra una persona única, incomparable, verdadera, actual. Los sistemas religiosos no tienen nada que ver ni nada que siquiera se aproxime a lo que la fe cristiana propone y ofrece. Que el lector no se confunda ni despliegue un manto sobre sus dudas trascendentales para aquietarlas, si las tiene. Asegúrese de estar en la fe, de creer en Cristo, no de confiar en la “vana manera de vivir” recibida de sus padres, según leíamos ayer (1 Pedro 1:19). ¿Participa usted en una iglesia llamada cristiana?, no significa nada. ¿Tiene actividades en su congregación?, no significa nada. ¿Ha tenido “experiencias espirituales intensas o significativas”?, no significa nada. Nada para la salvación. La única seguridad de ser salvo es haber recibido a Cristo con fe, reconociéndole como el salvador que llevó sus pecados en la cruz del Calvario, que pagó por ellos el castigo que su alma merecía y que por poner la fe en él, se recibe la salvación eterna, “sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1). “El pagano tiene temor de su dios enojón, porque no quiere ser castigado; le ofrece sacrificios para tratar de apaciguar su ira. El verdadero cristiano, sin embargo, disfruta el sacrificio hecho por su Dios, quien ha dado a su Hijo Unigénito en sacrificio supremo en la cruz.” (David R. Alves).

Para el que ya tiene fe verdadera en el Señor Jesucristo, recordar que si estamos conscientes de la persona de Cristo y de su presencia nuestra vida nos importará menos, pero si nuestro corazón tiene al mundo, Dios no nos revelará su voluntad. Los cristianos verdaderos siguen a Cristo y si nuestro corazón le tiene, entonces seremos útiles para él. El que tiene a Cristo, lo tenemos todo. Pablo está en prisión, es quitado de su servicio y de lo que hacía para su Señor. ¿Acaso no hay nada más para él? No, él tiene una persona que no pueden quitarle: Cristo. Puede ser llevado a la muerte, pero no pueden apartarlo de Cristo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Volvemos a preguntar como ayer: ¿Tiene el lector una religión o tiene a Cristo? La salvación no es por cumplir o participar de un conjunto de creencias y reglamentos que tienen que ver con lo sobrenatural, ni siquiera con Dios. Pedro el apóstol lo expresa claramente: “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:19). Conviértase a Cristo y recibirá la salvación. rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 49:1-23 [leer]
/Salmos 28:1-29:11 [leer]
/Mateo 27:1-26 [leer]