En Jesucristo hay vida y luz. Él vino a este mundo para dar vida a los muertos en delitos y pecados y para dar luz a los que vivían en tinieblas.

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” Juan 1:4

La luz es tan poderosa que “las tinieblas no prevalecieron contra ella.” v.5. La luz no llegó sin previo anuncio, pues Juan Bautista venía dando testimonio de la luz “a fin de que todos creyesen por él.” v.7. La LUZ VERDADERA es un título que pertenece a Jesús y toda otra fuente de iluminación proveniente de cualquier otro sector debe ser juzgada comparada con lo que revela Jesucristo, la Luz.

 

Siendo Jesús la luz verdadera, vino a este mundo y para alumbrar “a todo hombre,” v.9, no importando su raza, su nación, su rango social o su condición económica. Nadie tiene que estar en ignorancia, pues Cristo sirve para iluminar a todos. A pesar de estar en el mundo, y ser su creador, “el mundo no le conoció.” v.10. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” v.11. A SU MUNDO vino Jesús, producto de su poder creador, y lo triste es que su propio pueblo no lo reconoció como el enviado del cielo. De todos modos hay un rayo de esperanza: “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” v.12. Quienes se abrieron para recibir la luz de la verdad traída por Jesús fueron convertidos en hijos e hijas de Dios.

 

Se aclara que este milagro del nuevo nacimiento no ocurre porque uno tiene padres cristianos. “Los cuales no son engendrados de sangre,”. No ocurre porque alguien hubiera deseado que uno fuera hecho hijo de Dios, “ni de voluntad de carne.” O porque uno mismo hubiera querido ser hijo de Dios porque sí, “ni de voluntad de varón.” v.13. Es necesario ejercer la fe para recibir a Cristo como La Luz del cielo, creyendo en él como el Salvador enviado. Lo que lo hacen son hechos hijos de Dios por la operación del poder de Dios. ¿Ha recibido usted la vida por fe en Cristo?

 

–daj

Lectura Diaria:
1 Samuel 11:1-12:25 [leer]
/Isaías 51:9-23 [leer]
/2 Corintios 12:1-13 [leer]