Cristo es el gran vencedor. Nunca vencido, nos hace partícipes de su victoria. Lea acerca de esto.

“He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido” Apocalipsis 5.5

Es posible trazar la travesía triunfal del Hijo de Dios desde el principio de su ministerio. Aun así, la Biblia nos da luces de su preeminencia aun en su infancia y del control total de la situación que tenía en todo momento. Debemos siempre considerar que en Jesús habitan dos naturalezas, la divina y la humana. La divina, siempre plena y omnipotente (“el verbo era Dios… y aquel verbo fue hecho carne”), pero la humana estaba sujeta al desarrollo y al crecimiento propios de un hombre. Así, Jesús recién nacido no anduvo haciendo milagros, ni de niño anduvo enseñando las profundidades de Dios.

Al desarrollo normal del cuerpo y del intelecto del niño Jesús le acompañaba permanentemente la sabiduría ilimitada y eterna del Jehová El-Olam –el eterno– y de Jehová El-Shaddai –el todopoderoso*, pero manifestada progresivamente conforme su desarrollo humano lo permitía de manera apropiada. “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2.40). Crecía y se fortalecía –su naturaleza humana– y se llenaba de sabiduría –el divino ser, infinito y santo, se expresaba en el Jesús hombre a medida que este último crecía y se fortalecía, a medida que su desarrollo lo permitía.  Todo bajo control, todo en su lugar, todo a su tiempo y todo en su momento, según la voluntad soberana del Padre (Gálatas 4.4). Él ya es vencedor al entrar a este mundo.

Tenemos también su victoria frente a la tentación, las reveladas y las no contadas en la Escritura (Mateo 4.1-11; Lucas 22.28). Vencedor en la batalla y oposición sin tregua que presentó Satanás frente a Él, siempre persiguiendo y buscando la gloria del Padre, incluso al final, antes de ir a la cruz: “Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí” (Lucas 14:31). Se levanta para pasar el Torrente de Cedrón, para ir al huerto, para ser apresado y finalmente ser crucificado… primeramente por el Padre, y en segundo lugar por nosotros.

Jesús vence en todo aquello en lo que los hombres fallamos. Nos miramos a nosotros y somos siempre perdedores y derrotados. Le miramos a Él y le vemos siempre vencedor, invicto y glorioso. Ya antes de ir a la cruz Él sabe que su victoria está asegurada, que es cosa cierta: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Es cosa de tiempo, de poco tiempo. El morirá en la cruz por los pecadores, el llevará el pecado del mundo y lo quitará. El derramará su sangre en precio de rescate. El subirá el cielo, a su Padre. Por lo tanto puede decir en el mismo aposento alto: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre”, luego su victoria es nuestra victoria. Victoria para todo aquel que cree (Juan 20:17). ¿Es Cristo, el vencedor, su salvador? ¿Es Cristo su victoria? –rc

* por nombrar sólo dos de sus nombres

Lectura Diaria:
Levitico 8:1-36 [leer]
/Salmos 108:1-13 [leer]
/Marcos 1:1-24 [leer]