“… llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” Romanos 1:6c, 7

Los Caldeos hicieron una incursión de guerra contra Israel and desde Judá trajeron a un grupo grande de adolescentes como botín de guerra. Fueron llevados cautivos lejos de su hogar. Al ver la calidad de jóvenes que habían llegado, el rey Nabacodonosor ordenó que se les otorgara una beca para estudiar durante tres años en lo que hoy día sería considerado como La Universidad de Babilonia. Los jóvenes judíos eran de la casa real, y se destacaban por su desarrollo personal e intelectual. La beca proveyó a los jóvenes de todo, o sea, una pensión completa. Y como si eso fuera poco, el rey les señaló “ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía” (Daniel 1:5). El encargado de llevar a cabo las órdenes del rey era Aspenaz, jefe de los eunucos, el capataz de los siervos del rey. Aspenaz tuvo a su cargo la selección de los jóvenes. Los requisitos fueron bien específicos: “…del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduria, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos” (Daniel 1:4). Entre los que Aspenaz escogió estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías.

Cuando comenzaron su curso en la Universidad, los mandamases decidieron que primero debían tener un cambio de nombre. Seguramente esto fue por que sus nombres de nacimientio tenían un significado muy especial. Los nombres tenían relación a Jehová. Los Babilonios querían cambiarlos sustituyendo nombres derivados de los dioses paganos de ellos. El nombre Daniel significa en hebreo “Dios es mi Juez,” y querían cambiarlo a “Beltsasar,” nombre derivado de la deidad pagana Bel, protector de vida. Tal pensamiento fue totalmente inaceptable a Daniel, pues Jehová era su Protector. Y en los años sucesivos, así lo probó, especialmente cuando fue echado en el foso de los leones. Ananías significa, “Lo que Jehová da en su gracia,” y lo querían cambiar en Sadrac, cuyo significado tenían que ver con la deidad de la luna. El nombre Misael significa “¿Quién es como Dios?” y los Babilonios querían llamarle Mesac, nombre que tenía que ver con el dios pagano Aku. Y el cuarto miembro de la cuadrilla de fieles fue Azarias, cuyo nombre significa, “Ayudado por Jehová.” Abednego fue el nombre que quisieron ponerle, nombre cuya derivación proviene de Nego o Nebo, otro dios falso de los Babilonios.

Se ve que la maniobra de los Babilonios tenía por objeto borrar de la memoria de los jóvenes sus pensamientos acerca del Dios verdadero. Cada vez que eran llamados por sus nombres hebreos, signficaba un recuerdo de quienes eran y a Quien servían. Los que les llamaba por estos nombres reconocían que existía un Dios cuyo caracter era identificado con los hombres en cuyos nombres el nombre de Jehová estaba incluido. No sabemos porque nunca lograron imponer su nombre pagano a Daniel, pero los otros tres son conocidos por sus nombres nuevos. Años mas tarde, cuando Daniel estuvo en el foso de los leones, el rey Darío fue en busca de él y cuando llamó a voces dentro del foso, dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?” (Daniel 6:20). Seguramente se alivió grandemente el rey cuando escuchó la voz de Daniel asegurándole que sí. Pero el rey usó el nombre Daniel y no Beltsasar. No importa los nombres que pongan a nosotros en el día de hoy. En nada cambia lo que tenemos dentro del corazón. Qué lindo es pensar que somos “hijos de Dios,” o “siervos de Jesucristo,” o “santos en Cristo Jesús.” Estos nombres signfican mucho para nosotros y ojalá podamos vivir a la altura de ellos, manifestando las rasgos familiares divinos. —daj

Lectura Diaria:
1 Cronicas 4:24-5:26 [leer]
/Ezequiel 7 [leer]
/Juan 1:19-51 [leer]