El gran amor que David y Jonatán requirió gran lealtad. Cuando Jonatán murió, David cumplió como buen amigo.

“Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.” 1 Timoteo 1:2

La amistad que unió a David con Jonatán es un modelo de cómo los amigos se deben tratar. Jonatán era hijo del rey Saúl, y por lo tanto, príncipe, con posibilidades de ocupar el trono algún día. Tuvo gran aprecio por David cuando el joven pastor mató al gigante Goliat, salvando al pueblo de ser esclavizado por los Filisteos. Los dos hicieron un pacto. Se comprometieron a cuidarse mutuamente en vida, y su compromiso se extendió para incluir a los familiares, si uno de ellos muriera. Jonatán acompañó a su padre a una batalla, y los dos murieron. Mefi-boset, hijo menor de Jonatán tenía cinco años y era cuidado por una nodriza. Cuando ella supo la noticia de la muerte de Jonatán, huyó con el niño y mientras huía tropezó, dejándolo caer. Mefi-boset quedó lisiado en ambos pies por el resto de su vida. Veinte años más tarde, en cumplimiento de lo comprometido con Jonatán, David preguntó por si alguien quedaba de la casa de su querido amigo.

Le informaron de Mefi-boset, que era casado y vivía en Lodebar, nombre que significa “Lugar Sin Pastos”. Viviendo en tal lugar en medio de la pobreza, Mefi-boset era objeto del amor de David, a quien sólo conocía por nombre. Mefi-boset tenía solamente cinco años cuando se accidentó, y seguramente no supo nada de la amistad entre el rey y su padre. Sabía que el rey David ocupaba el trono y tenía temor que algo pudiera sucederle por ser nieto de Saúl. No conocía el corazón de David. Si lo hubiera conocido, no habría tenido temor. Por ignorar el pacto hecho entre su padre y David, no se atrevía a vivir en las cercanías de Jerusalén. De todas maneras David quiso ejercer misericordia y averiguó si alguien sabía de algún pariente de Jonatán. Felizmente Siba supo de uno y donde ubicarle. David despachó a los siervos suyos para traer a Mefi-boset a su presencia. El mensaje tiene que haber sido una tremenda sorpresa para Mefi-boset. Venció su temor y fue conducido a la presencia del rey, cuya primeras palabras fueron, “no tengas miedo”. David le informó que sus tierras le serían restauradas y que serían manejadas para dejar utilidad. Mefi-boset mismo comería en la mesa del rey todos los días, y así, viviría en paz con una provisión vitalicia. Si antes vivía en temor, ahora pudo vivir en paz disfrutando con los otros comiendo en la presencia del rey.

El mensaje del evangelio es llevado por los siervos de Dios hoy día a fin de entregárselo a los pecadores y asegurarles que hay alguien que les ama y quiere ser misericordioso con ellos. A pesar de nuestra pobreza y alejamiento de Dios, Dios quiere tenernos en su presencia y ha hecho una provisión abundante que favorece a cada uno. El principio de la misericordia es dar un trato benigno, sin que el dador tenga obligación para ello y sin que la persona la merezca. La condición de Mefi-boset ilustra la situación de todo pecador pobre, alejado de Dios, temeroso en cuanto al futuro, e inutilizado por su condición espiritual. Además de todo esto, el pecador está inseguro en cuanto a lo que esté más allá de la muerte. De la forma en que David quiso bendecir a Mefi-boset, así es el corazón de Dios para con el pecador. Cuando el pecador responde y se acerca a Dios, confiando en su bondad, halla que la bendición de Dios es completa. Hay amor abundante, salvación gratuita, completa protección y amplia provisión. Es verdad que “la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.” 1 Timoteo 1:14. –DAJ