“A fin de conocerle” Filipenses 3:10

Cuando miramos a la cruz vemos la misericordia de Dios, pero en el monte Horeb también hubo misericordia. El hecho que Dios haya hablado es también una manifestación de su misericordia. Dios nos permite oír su voz. El mundo funciona como si Dios no hubiese hablado pero esa habría sido una catástrofe. Si Dios no hubiese hablado ningún ser humano jamás estaría en lo correcto y ninguno equivocado. Mas si Dios si ha hablado entonces todo cambia y la más alta aspiración humana debiera ser escuchar lo que el creador ha dicho.

El punto es que Dios muestra su misericordia no solamente en la cruz sino también en su revelación, en el hecho de que nos ha revelado sus pensamientos y manifestado su voluntad. En este hecho hay gran condescendencia para con el hombre. Son las palabras de Dios dadas a nosotros para que podamos encontrarnos con él. Esto tiene varias implicancias para nosotros, seres humanos finitos y falibles.

Si Dios ha hablado, entonces podemos acceder al más alto y más grande conocimiento que cualquier oído humano pueda oír, y no podemos quedar como si no lo hubiésemos oído, no podemos quedar como si no lo supiésemos. Somos responsables de lo que hemos oído.

Si Dios ha hablado, lo sabemos sólo por su misericordia. No hay orgullo en nuestro saber porque todo lo que conocemos y llegamos a conocer es por gracia. Dios ha accedido a revelarse a nosotros por su propia determinación e iniciativa ¿No es esto grandioso? Por eso el orgullo intelectual es enemigo de cualquier verdadero conocimiento de Dios. Nada de él lo podemos descubrir nosotros (1 Corintios 3:14).

Si Dios ha hablado, debemos nosotros hablar también y esto tiene implicancias para el hombre natural: Existe la obligación de responderle a su creador porque él le ha hablado cosas pertinentes. Debe haber una respuesta y una respuesta pronta y deferente. Adán reaccionó con prontitud a la voz de Dios en el huerto, pese a su pecado y súbito reconocimiento de indignidad y desnudez. Lo último que quería Adán era encontrare con Dios en ese momento, pero tuvo que responder:

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió (Génesis 3:8-10). Además, al entender que es Dios quien está hablando Adán responde con completa sinceridad:” Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (ídem).

¿Cuál ha sido nuestra respuesta a las palabras que ha hablado Dios? ¿Hemos venido delante de él con humildad reconociendo su autoridad? ¿Hemos creído a su palabra recibiendo la salvación que é ofrece por la fe en Jesucristo? rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
2 Samuel 14 [leer]
/Sofonías 2 [leer]
/Gálatas 2 [leer]