“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí” Jeremías 15:16

Si Dios ha hablado, entonces el cristiano debe hablar en nombre de Dios también. El verdadero creyente ahora conoce a Dios y lo que el ha hablado. Tiene, por lo tanto, la autoridad para hablar, conversar, predicar y enseñar según las Escrituras pues son las mismas palabras de Dios, que una vez oyó y obedeció. Debe hacerlo con fidelidad. Este mandamiento es constante en la Biblia partiendo por enseñar las palabras de Dios en la familia a los hijos y en la sociedad (Deuteronomio 4:10). ¿Hemos hablado sus palabras a nuestros semejantes? ¿Se oye su palabra en nuestros hogares, en nuestra mesa, en nuestra conversación?

Dios ha hablado, y su revelación es tan exclusiva y excluyente que él advierte contra añadirle o quitarle (Deuteronomio 4:2). Lo que Dios habla es para nuestro bien. Nos quiere enseñar su voluntad, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Sus advertencias y ordenanzas son todas para que seamos felices y nos vaya bien, y no suframos las inevitables consecuencias de la desobediencia (Deuteronomio 5:29).

Dios ha hablado también para nuestra redención. Cuando pensamos en redención, nos es fácil y directo pensar en la cruz y la muerte de Jesús por nuestros pecados, pero esto es la consumación del plan de Dios y de su revelación en cuanto a la redención. A lo largo de toda la historia bíblica vemos que Dios es un Dios que redime y salva desde el principio. Lo hace con Adán y Eva, lo hace con Israel sacándolos de Egipto. La redención también se ve en la preservación de Israel en el desierto, y se ve en la palabra que él habla a este pueblo.

Si Dios ha hablado el hombre debe obedecer. En la Biblia, el oír la palabra de Dios equivale a obedecer, tal como el joven Samuel expresó cuando oyó la voz de Dios: “Habla, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10). Su palabra no nos ha sido conferida para nuestra evaluación. El Dios viviente nos permite oír su voz desde el fuego y sobrevivir. ¿Porqué sobrevivimos? Porque él tiene demandas que hacernos, como creador que habla con sus criaturas. En la entrega de la ley, estatutos y mandamientos, hay un requerimiento de obediencia que se repite una y otra vez, y se asocia con bendición y vida.  (Deuteronomio 28). Lo contrario es maldición e ira. La demanda de obediencia es muy clara en Deuteronomio 4 y queda claro que Dios no les está dando información para que sepan más y tengan más leyes que los paganos. Dios les indica que les está dejando escuchar su voz para que le obedezcan, así como a nosotros. ¿Hemos obedecido a la voz de Dios? ¿Hemos obtenido la redención y la vida por haber hecho caso de su palabra? Examine cada lector su situación personal y su respuesta frente a la palabra de Dios que ha oído. rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
2 Samuel 15 [leer]
/Sofonías 3 [leer]
/Gálatas 3:1-14 [leer]