“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí” Habacuc 3:2

La ley fue entregada por Dios en una manifestación audiovisual sobrecogedora e imponente. Así tenía que ser pues Dios estaba comunicando al pueblo sus demandas, en sus propias palabras. De todo lo que se vio, lo importante fue lo que Dios habló de en medio del fuego a oídos de su pueblo, los diez mandamientos, que sabemos cuántos son pero no muy bien lo que son. Es verdad que en nuestro tiempo actual las palabras del Sinaí parecen lejanas y los 10 mandamientos algo simbólico, pero este cuerpo de leyes concretas no son registros arcaicos y que deban ser piezas de un museo.

Lo cierto es que la iglesia de esta edad, no obstante el tiempo que ha pasado desde que Dios habló en Sinaí, debe volverse al antiguo testamento. Debemos volver a esta ley de Dios no sólo porque “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 4:16). La razón es otra: la ley es pertinente a la iglesia y eso lo encontramos claramente en la epístola a los romanos. Pablo dice que por la paciencia, o mejor dicho la “paciente perseverancia” y la consolación de las escrituras la iglesia puede tener esperanza (Romanos 15:4). Es decir, ¡la ley del antiguo testamento es para instrucción y esperanza de la iglesia! Esto es algo inesperado. Un lector que se considere “modernista” tendrá conflicto con esto, pero el pueblo de Dios en esta época necesita a ley de Dios una vez entregada, la palabra así lo dice.

Descubrimos entonces que la ley es conveniente a esta edad, y que la aparente desconexión entre la ley y la gracia no es más que una división artificial de un continuo referido a la revelación de Dios para el hombre. De todas maneras, incluso al cristiano le cuesta a veces comprender la relación entre la ley del antiguo pacto y la gracia del nuevo pues hay evidentes diferencias entre Israel bajo la ley y la iglesia bajo el pacto de gracia. De paso, es interesante que nueve de los diez mandamientos son repetidos en el nuevo testamento.  ¿Qué podemos decir, entonces, de la ley y de la gracia? En primer lugar, que son cosas distintas pero que vinieron juntas. Ninguna precedió a la otra.

En la ley vemos que hay gracia desde el principio pues Dios revela lo que él requiere de su pueblo mediante instrucciones precisas. En la ley de Dios hay revelación específica, no confusión. Los pueblos paganos en la tierra de Canaán estaban rodeados de confusión acerca de las demandas de sus dioses. Israel conoció exactamente lo que Dios le pedía. ¿Qué hay del lector? Dios ha sido muy claro en su palabra llamando al “arrepentimiento para con Dios y fe en el Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). No hay confusión en la escritura. ¿Ha escuchado usted las palabras de Dios y ha sido bendecido? rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
2 Samuel 18-19:8 [leer]
/Jeremías 2-3:5 [leer]
/Gálatas 4:1-20 [leer]