“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” Salmo 37:5

Todo toma su lugar en el último capítulo de Rut. Las cosas se han ido dando de una manera tal que Dios ha ejercido su soberanía y ejecutado su plan a favor de los que son suyos, sin imponerse a la voluntad individual de cada uno de ellos. Llamamos providencia a este designio infinitamente sabio y benefactor de Dios que ordena todas las cosas para el bien de los suyos. Hemos aprendido que los errores se pagan y muchas veces se pagan caro. Noemí y Elimelec abandonaron al pueblo de Dios y al testimonio de su presencia por la expectativa de cosas materiales. Al hacerlo comprometieron la vida espiritual de ellos y de sus hijos. Toda la familia fue afectada por esta decisión. Sin embargo Dios es también, en su providencia, el Dios de la segunda oportunidad.

El testimonio de Noemí a sus nueras redunda en la salvación de una de ellas, en Rut. Noemí decide volver a su pueblo y a Dios, y Rut decide dejar su pueblo y sus dioses por acompañarle. Mujer de gran nobleza y virtud, Rut se esfuerza y Dios le bendice desde el primer momento. Es guiada al campo apropiado y guardada allí. Booz, el dueño de aquel campo, hombre tal vez aun joven pero significativamente mayor que Rut en edad, le protege y provee. En cada uno de los caracteres vemos la mano de Dios volviéndose en bendición hacia ellos.

Pensemos una vez más en Noemí. La mano de Dios comienza a mostrarse grata para con ella. Había dicho que Dios estaba en su contra, que su vida era amarga, desprovista de su marido y de sus hijos, en un estado de vulnerabilidad e indefensión, comienza a ver la mano favorable del Señor. Antes de volver a Belén ha dicho que era prácticamente imposible que tuviera más hijos y que casi no había futuro para su vida, sin embargo es notable lo que ocurren el último capítulo cuando ya casados, Booz y Rut son padres: “Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí” (Rut 4:17). ¡La que no podía tener hijos es reconocida y celebrada porque ahora ha tenido uno!

Sin duda Noemí debió extrañar s su marido y a sus hijos ya fallecidos, pero Dios le ha consolado en su nieto, que para todos es un nuevo hijo. El pasaje es muy hermoso, y las mujeres que le conocen, sus viejas y nuevas amigas, le dicen: “¡Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel”. Casi en profecía le declaran: “el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez” (Rut 4:14-15). La dicha de Noemí no tiene comparación. Dios ha restaurado su alma. La redención está completa. La situación postrera es mucho mejor que la primera. Noemí por vínculo familiar es tatarabuela del rey David, de cuya descendencia vino Cristo “el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5). Qué restauración más completa. Así obra Dios. Una palabra final para Rut, la joven moabita que decidió creer en el Dios de Israel y refugiarse bajo sus alas. Pensó en Noemí antes que en ella al requerir a Booz que fuese el pariente redentor. Fue bendecida al casarse con este gran hombre, y está en la genealogía directa del rey David como su bisabuela y del Señor Jesús, el salvador del mundo. Decisiones con repercusiones inmediatas y eternas. ¿Cómo las tomaremos nosotros? ¿Pensando en Dios o en nuestra necesidad material inmediata? Que podamos ser iluminados y dirigidos para tomar la mejor, que redunde para bendición de otros y para la gloria del Señor. rc

Lectura Diaria:
1 Samuel 15:1-35 [leer]
/Isaías 54:1-17 [leer]
/Romanos 1:18-32 [leer]