“Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos” Juan 18:8

Había entrado el sol, y el Señor Jesús se encontraba en el huerto de Getsemaní, junto a sus discípulos. Ya había orado al Padre acerca de su muerte cercana, aceptando la copa amarga que significaría morir en la cruz. El Señor está con sus discípulos, mientras una turba se acerca, guiada por Judas Iscariote. Con un beso ha de indicar a los soldados quién es Aquel a quien quieran arrestar. Al identificarse como el YO SOY, nombre perteneciente sólo a Dios, los soldados caen postrados a sus pies, cosa que no estaba dentro de sus planes. Ya pasada la sorpresa y de nuevo en pie, insisten en llamarle Jesús nazareno. Inmediatamente el Señor Jesús les ordena que dejen irse sus acompañantes: “Si me buscáis a mí, dejad ir a estos”, dice.

Es llamativo que en el despliegue de la fuerza religiosa del pueblo judío, Jesús ejerce un poder superior, él de un Rey Soberano. ¡Ordenó y se cumplió! El relato se halla en el evangelio de Juan, capítulo 18, los versos 1 al 11.

Todo cristiano verdadero puede tomar consuelo de esta narración pues el Señor Jesucristo continúa ejercitando su poder soberano a favor de nosotros. Nada pasa en la vida del creyente sin que El lo permita. No sabemos cuáles fuesen las intenciones de los soldados referentes a los discípulos, pero cualesquiera que fuesen, el Señor Jesús ordenó que fueran dejados libres y a decir esto, nadie se atrevió a echarles mano. ¡Ni aún cuando Pedro impulsivamente cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote! El Señor Jesús es digno de recibir nuestra confianza, pues aboga por nosotros. —daj

Lectura Diaria:
1 Cronicas 10-11 [leer]
/Ezequiel 12 [leer]
/Juan 4:1-30 [leer]