Hay personas que pasan por ciertas situaciones dramáticas. En el día de hoy hay múltiples formas de escribirlas para que otros las lean. Sirve Facebook, los blogs, y los medios de comunicación en que la persona relata sus pensamientos. En los tiempos antiguos, no existían tales medios de expresarse. Hemos imaginado como la muchacha israelita habría relatado sus pensamientos al ser llevada cautiva de Israel a Siria como dice el texto de hoy.

 

“De Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán.” 2 Reyes 5:2.

 

Me siento muy joven para estar tan lejos de mi familia y de mi país de Israel. Estoy en la casa de un hombre militar llamado Naamán, en la ciudad de Damasco. Contra mi voluntad fui traída acá desde mi país de Israel. El general Naamán es comandante del ejército y sus soldados me atraparon un día cuando entraron a merodear y saquear a nuestro país. Habíamos sufrido mucho en manos de los sirios, nuestros vecinos, país que queda al noreste de Israel. Ellos sufrían despojos similares de parte de nuestros soldados. Parece que cada país trata de enriquecerse a expensas de su vecino.

 

Mi padre me contó que en los tiempos del gran rey Salomón, nuestro país de Israel estaba unido a Judá, al sur de nosotros, y vivíamos en paz con nuestros vecinos. Nuestras riquezas provenían del comercio con otras partes, algunas muy distantes, y la pobreza era casi desconocida entre nosotros. Pero las cosas cambiaron en los tiempos del hijo del rey Salomón. Se produjo una división en nuestra nación entre nosotros en el norte y las dos tribus en el sur. Desde entonces no nos ha ido muy bien. Los que deseábamos adorar a Jehová teníamos dificultad, pues el templo está en Jerusalén en el sur, y algunos de nuestros mayores hicieron dioses de piedra o de oro, para que no fuéramos a Jerusalén para las fiestas de Jehová. Durante este tiempo tampoco hemos gozado de la protección que Dios nos prometió si siguiéramos fieles a Él. Yo creo que fue por nuestra idolatría que El permitió que yo fuera raptada del lado de mis padres y de mis hermanos, y fui traída acá. ¡Cuánto extraño a los de mi casa!

 

Sufría mucho cuando fui capturada por los soldados porque tenía mucho miedo. Ahora me hallo agradecida de nuestro Dios Jehová, pues vine a parar en una casa donde me tratan bien. He pensado mucho en lo que me enseñaban en mi casa. Me doy cuenta que podría volverme incrédula y perder la fe, y vivir amargada y triste. Sin embargo, he decidido que no voy a lamentar, pues reconozco que Dios ha cuidado de mí. Me tiene con gente buena, una patrona amable, y un amo apreciado por los otros siervos. Es un buen hombre, y estimado por el rey de este país de Siria porque él ha conducido a sus soldados a muchas victorias gloriosas. Es un gran héroe en este país. También es rico; a mi parecer tienen todo lo que pudiera desear. – Así pudo haber pensado la muchacha israelita que no perdió su fe, sino sirvió a Dios para destacar el poder de Jehová, Dios de Israel. – (Continuará) MER/daj

Lectura Diaria:
Levitico 8:1-36 [leer]
/Salmos 108:1-13 [leer]
/Marcos 1:1-24 [leer]