Naamán está a punto de perder la bendición que Dios tiene para él. Su orgullo no le permite meterse en el río Jordán. Voces más cuerdas intervienen y el gran general las hace caso. Es una lección importante para cada cual. La humildad trae bendición.

 

Más sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” 2 Reyes 5:13.

 

Frente a la súplica de sus criados, se evaporó el orgullo de Naamán. Cuando Dios habla, espera que sea obedecido, aunque pensemos de otra manera. “Padre mío,” le dijeron, “si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no lo harías? ¿Cuánto más, diciéndote: lávate y serás limpio?” v.13. Afortunadamente, Naamán les escuchó. ¿Qué iba a perder si hiciera la prueba? Se dirigió hacia el río Jordán, y deteniendo su carro de nuevo, bajó al río. Quitándose la ropa que tapaba lo extensa de la lepra, se metió en el agua. Naamán se zambullía una y otra vez recordando que fuesen siete las metidas requeridas. Sus siervos, casi sin respirar, aguardaban en silencio el resultado. Ninguna diferencia se notaba cuando ya iban cinco zambullidas. Tampoco la sexta vez, pero ya se metía de nuevo, “y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” v.14. ¡Listo! ¡Pero, qué cambio! Naamán había obedecido y no sólo estaba limpio, sino su piel entera se había renovado. Su carne había quedado tan sana como la de un niño. ¡Qué contraste con la condición de su piel momentos antes!

 

Naamán había descubierto lo que toda persona descubre cuando se da cuenta de su necesidad de la salvación. La salvación de Dios es ajena a las ideas humanas. No se gana por obras ni por ningún rito religioso. El que la busca tiene que ir a Dios como un necesitado. En vez de presentarse delante de Dios con toda su importancia terrenal, Naamán tuvo que humillarse. Este es el primer paso para ser salvo. Naamán lo demostró cuando, al lado del río Jordán, se quitó la ropa, se descubrió como leproso, y obedeció el mandato del profeta. Cuando un pecador busca afanosamente alivio por su consciencia atribulada, hay para él esperanza de salvación cuando obedece lo que Dios dice, “Cree en el Señor Jesucristo” Hechos 16:31. Tenemos que aceptar lo que Dios dice en cuanto a nosotros, pues no hay otro remedio aparte del que Dios provee.

 

Grande fue el gozo de Naamán. Quiso manifestar su gratitud al profeta con regalos costosos, y con toda su compañía lo volvió a ver. “Ahora conozco que no hay otro Dios en toda la tierra, sino en Israel,” dijo, v.15. Naamán rogó al profeta que aceptara una muestra de su agradecimiento, pero éste rechazó cualquier intento de recompensarlo, pues la bendición de Dios viene por gracia y sin precio.

 

Allá en Damasco la joven cautiva esperaba con gran expectación el resultado del viaje de su amo. Cuando después de muchos días llegaron, el cambio se hacía visible en los rostros de todos. La niña escuchó con gran alegría cada detalle que se iba contando. Su contentamiento iba creciendo al ver la felicidad de sus amos, y parecía que su copa de gozo iba a rebosar cuando Naamán mismo terminó diciendo las palabras que él había dicho al profeta: “Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. De aquí en adelante no sacrificaré holocausto ni ofreceré sacrificio a otros dioses, sino a Jehová” v.15. — Naamán se había convertido a Dios. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” Juan 3:36. – Para sacar más provecho de la historia, 1) Busquen cuatro cambios que hubo en Naamán. 2) ¿Había sanado otros leprosos Eliseo?  3) ¿Qué es la cosa más importante que hicieron los padres de la joven durante los años que ella estuviera con su familia? 4) ¿Por qué tenía tanta fe la joven cautiva? 5) ¿Qué es la lección principal que aprendemos en Naamán? 6) ¿Qué es la lección principal que aprendemos en la joven cautiva?  –MER/daj