Hemos visto cómo la Biblia muestra el lado divino de la reconciliación. Cómo, sin merecerlo, podemos ser aceptables ante los ojos del justo y santo Dios a través del sacrificio de la cruz el cual su propio y eterno amor proveyó.  De nuestra parte, también, debe haber una genuina vuelta a Dios, o al menos, un genuino deseo de volverse a él, antes de ser salvos.

“La benignidad de Dios te guía al arrepentimiento” Romanos 2:4

 

El nuevo testamento nunca enseña que la reconciliación con Dios es algo que él meramente impone unilateralmente en el hombre, no se impone de la nada.

“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7)

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38)

 

Debe haber un deseo honesto de abandonar el pecado, pues de otra manera no puede haber genuina fe en el Salvador, quien murió para salvar a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21), no en ellos. Esto no contradice el hecho de que nada que hagamos nosotros, ni siquiera nuestro arrepentimiento, es la base de nuestra salvación. Si nuestro arrepentimiento fuera en sí mismo justicia, entonces el perdón sería una recompensa de mérito. La base de nuestra salvación debe ser hallada sólo en lo que Cristo hizo por nosotros, en lo que descansamos por fe. La fe es en el Señor Jesucristo mismo, como capaz de salvar: “¿Creéis que puedo hacer esto?” (Mateo 9:28). En lenguaje neotestamentario, es a través de la redención que es en Cristo Jesús que somos salvados, y la fe es la mano por medio de la cual asimos tal redención. Sin embargo, el arrepentimiento y vuelta hacia Dios son al final la condición esencial de cualquier deseo honesto de salvación. Si este deseo falta, entonces fe sería una palabra vacía.

¿Qué produce arrepentimiento? Ciertamente la influencia más grande es el hecho mismo de la cruz. Por eso Pablo despliega la gloria del sacrificio expiatorio de Cristo cuando ruega a los Corintios a volverse a Dios (1 Corintios 2:2). Eso es lo que nuestro Señor quería decir cuando señala: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). De lo anterior se prueba una vez más la experiencia que la fiel presentación del enseñanza completa de la cruz es la que tiene el poder de ganar los corazones de los hombres. ¿Ha ganado la cruz su corazón? –rc

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
2 Samuel 18-19:8 [leer]
/Jeremías 2-3:5 [leer]
/Gálatas 4:1-20 [leer]