“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” 1Samuel 15:22
Durante le Segunda Guerra Mundial, los ingleses construyeron defensas en las playas para evitar la invasión que nunca llegó. Debajo de las arenas escondieron minas de alto poder explosivo y para salvaguardar la vida a las personas no enemigas colgaron en los enredos de alambre de púa avisos en letras rojas que decían: “PELIGRO, MINAS, NO PASE”. Un día se notó una columna de humo a la distancia y a un compañero de nosotros le despertó la curiosidad. Para ver mejor pasó por encima del alambre de púa, haciendo caso omiso de los avisos y de las órdenes superiores, y se encaramó en un bloque. No satisfecho todavía, brincó del bloque a las arenas da la playa. En ese momento andaba yo por la calle a unos treinta metros de distancia y sentí una tremenda explosión. El pavimento se estremeció y pedacitos de metal y de piedras empezaron a llover sobre mí. Sentí caer algo más pesado a mi lado. Era el hueso de la rodilla de un hombre con pedazos de carne carbonizada colgando de él.
Inmediatamente fue reunida toda la tropa. Era de creer que el muerto fuera uno de los nuestros pero todavía no sabíamos quien. Un oficial empezó a pasar lista y cada soldado al oir su nombre contestaba “¡PRESENTE!”. Eran momentos tensos en extremo. Por fin el mayor llamó “¡JOHNSTON!”. Hubo silencio, “¡JOHNSTON!”, gritó en tono casi imperioso, reflejando su voz la tensión que todos sentíamos. Nos miramos los unos a los otros en medio del silencio más absoluto. Johnston no estaba presente. No contestó, ni contestaría jamás. El muerto era él.
Recogimos los pedazos de su cadáver que pudimos encontrar para darles sepultura. El pie que pisó la mina no lo hallamos sino una semana después todavía metido en su bota, pero a sesenta metros de distancia. Fue la primera baja que sufrimos y la sentimos mucho más que otras pérdidas que ocurrieron después de entrar en acción directa contra el enemigo. Fue tan innecesaria, pero muestra el alto costo de la desobediencia. El evangelio es más que un mensaje de invitación, pues “Dios, … ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.” Hechos 17:30. El evangelio es un mandamiento y debe ser obedecido, pues si no, “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, NI OBEDECEN AL EVANGELIO de nuestro Señor Jesucristo” 1 Tesalonicenses 1:6-7. No obedecer el evangelio se paga con un alto costo. –BC/daj
Lectura Diaria: | ||
Números 29 [leer]
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/Proverbios 25-26:12 [leer]
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/Lucas 2:22-52 [leer]
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