“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él” Mateo 3:13

El pasaje de Mateo 3:13-17 Jesús es introducido al pueblo y al mundo –para iniciar lo que se llama su ministerio público– y es públicamente reconocido, validado y engrandecido por su Padre. Por treinta años el Hijo de Dios ha estado en completa sumisión, velado, esperando el instante de su presentación pública. Juan el Bautista le señala: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), y el Padre le da un reconocimiento extraordinario delante de toda la creación: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” (v. 17).

Jesús viene al Jordán “para ser bautizado por Juan el Bautista” (v. 13), y este río está cargado de simbolismo. En este río el acercamiento del reino de los cielos se hace realidad. El paso de Israel bajo la guía de Josué nos presenta extraordinarias analogías cuando lo contrastamos con el bautismo de Jesús. Josué también se constituye aquí en un arquetipo de Jesús.

Juan estaba bautizando en Betábara (Juan 1:28), en el mismo lugar donde Israel cruzó bajo el mando de Josué.

Josué cruzó el Jordán, dejando definitivamente atrás la esclavitud del pueblo de Israel para entrar en la tierra prometida (Josué 3); fue su líder y libertador a continuación de Moisés. En el mismo Jordán, Jesús y su evangelio reemplazan a Moisés y su ley, y la libertad ahora es por la gracia y el conocimiento de la verdad (Juan 8:32).

La analogía es aun más elocuente pues en ese mismo lugar Dios dijo a Josué: “Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel” (Josué 3:7). De la misma manera, en este lugar Dios el Padre engrandece a su Hijo delante de los ojos de todo Israel. Josué preparó el paso del Jordán tres días antes de que el cruce se hiciese efectivo. Así también, el testimonio de Dios hacia su Hijo en el Jordán ocurre tres años antes de que Jesús cruzara el río de la muerte por todos los hombres.

El bautismo de Jesús en el Jordán –cuando consideramos este río como un símbolo de la muerte– da énfasis e ilustra aquellas palabras que el apóstol Pablo escribe a los romanos: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6:3). Es por medio de la muerte de Cristo que nosotros vivimos. Entonces, Jesús viene de Galilea al Jordán iniciando una travesía de tres años que redundará en su muerte vicaria por todos los hombres. Su paso por este río no es un evento intrascendente. Con la ayuda del Señor veremos detalles preciosos que nos mostrarán algunas de las innumerables glorias del Hijo de Dios. rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
2 Reyes 3 [leer]
/Jeremías 36 [leer]
/Hebreos 8 [leer]