“Y fue contado con los pecadores” Isaías 53:12

Jesús no tenía necesidad de ser bautizado por Juan. No tenía de qué arrepentirse, ni confesar ninguna falta pues él era y fue “sin pecado” (Hebreos 4:15). No obstante, puesto que él va a ser contado con los pecadores y va a llevar el pecado de muchos (Isaías 53:12) tiene que identificarse con los pecadores.

En conjunto, pues, el bautismo de Jesús es un ejemplo de obediencia a la ley de Dios. Él no está al margen de la ley de Dios, él la cumplirá completamente y satisfará las demandas del Sinaí en representación nuestra. También, el bautismo de Jesús anticipa que él llevará nuestros pecados en la cruz. Los lleva simbólicamente al entrar al río y ser cubierto por las aguas del Jordán y nos da la certeza de que lo hará pagando realmente su precio por nosotros. Por su justicia nosotros seremos justos, por su muerte nosotros seremos salvos. Su bautismo es un adelanto y anticipo de lo que va a ocurrir en el Calvario. También, su bautismo nos instruye en la práctica de lo que un pecador tiene que hacer para obtener la justicia de Dios. Se debe reconocer la necesidad de perdón, dejar atrás la ley de las obras y la autosuficiencia, se debe confesar el pecado y este debe ser puesto sobre un sustituto capaz y suficiente. Poner nuestros pecados sobre él significa creer en él, pues este sustituto es Jesús, quien en la cruz, una vez y para siempre ya “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24).

Un último punto. Una vez bautizado “los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él” (Mateo 3:16). No fue una paloma, sino “como paloma”. Visiblemente el Espíritu de Dios desciende sobre el Hijo de Dios y el Padre proclama ante la creación: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Este es un momento de investidura, afirmación y reconocimiento público por parte de Dios Padre hacia Jesús. El Señor recordaría la trascendencia de este momento años después cuando los principales sacerdotes y los ancianos le preguntan: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Su respuesta no deja lugar a dudas, aunque la formula a manera de pregunta: “El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿del cielo, o de los hombres?” (Mateo 21:25). Jesús hacía lo que hacía y decía lo que decía con la autoridad dada por su Padre, ratificada públicamente al momento de su bautismo por Juan. Esto es lo que él responde a quienes demandan razón del origen de su autoridad.

Por lo tanto, vemos que Jesús viene al Jordán para cumplir las Escrituras en términos proféticos, para introducirnos a una nueva realidad y un mejor pacto y una mejor salvación, para señalar claramente el motivo de su venida, que es la liberación de la esclavitud e insuficiencia de la ley, y para cumplir toda justicia y, finalmente, para dejar en claro a todos acerca del origen y el momento en que recibe públicamente la autoridad para hablar y obrar en nombre de Dios. Gracias a Dios por tan grande, completo y suficiente mediador, que no se retuvo de ser contado con los pecadores ni de identificarse con ellos por amor y así procurarles la salvación. —rc

Lectura Diaria:
2 Reyes 6:1-23 [leer]
/Jeremias 39-40 [leer]
/Hebreos 10:1-18 [leer]