“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados… “ Mateo 5:1-3
En la Biblia vemos que Dios está comprometido con la felicidad del hombre. En el capítulo 5 de Mateo, Jesús declara nueve circunstancias que hacen al ser humano “bendecido” o “dichoso” o “feliz”. La palabra es “makarios” y nos habla de una dicha interior, permanente, persistente, y que es independiente de las circunstancias. Dios quiere bendecir nuestras vidas con gozo, en plenitud y felicidad verdadera. En este capítulo Mateo nos relata un gran sermón que dio el Señor Jesús, y que resume toda su enseñanza. Encontraremos que es este sermón están los principios divinos aplicables para todas la edades y épocas, está la manera por la cual el hombre puede alcanzar favor y gracia para con Dios. Este mensaje se nos presenta en el primer evangelio, al comienzo del nuevo testamento, y marca un punto importante en la revelación divina. Recordemos que al final del antiguo testamento Dios advierte: “no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:6). El Antiguo Testamento termina hablando de maldición, sin embargo vemos que el nuevo testamento comienza con bendición, con bienaventuranza. Este es un gran cambio.
El hombre busca la felicidad. Sin embargo, nuevamente encontramos que la perspectiva de Dios es muy diferente a la del hombre. En la Biblia aprendemos que el ser dichoso y bendecido o bienaventurado es parte del carácter de Dios, y de Cristo. Algunas veces se traduce como “bendito” y en otras “bienaventurado”: “el Dios bendito” con “el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 1:11, 6:15; ver también Salmo 68:35, 72:18, 119:12). Por lo tanto, la única manera, los únicos que experimentan la felicidad verdadera son aquellos que son “participantes de la naturaleza divina”, porque sólo Dios es bienaventurado (2 Pedro 1:3-4). La felicidad, entonces, es una faceta de la vida eterna, pues pertenece a la naturaleza misma de Dios. El mismo contentamiento, felicidad y dicha que Dios posee está disponible para todo aquel que cree en Él. Este es el sentido bíblico de la felicidad. Para tener felicidad hay que tener la vida eterna: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Desde el principio, entonces, vemos que el sermón de la montaña no tiene nada que decir ni ofrecer aparte o fuera de la fe en Jesucristo. Una vez que una persona conoce a Dios a través de Cristo, las bendiciones, la felicidad y la dicha le son accesibles. El mismo gozo que tiene Dios en su ser están disponibles para todo ser humano. ¡Qué contraste con el camino del hombre! En el antiguo testamento Adán dominaba en tierra, sin embargo cayó y deja la escena con una maldición; en el nuevo testamento el Rey es otro, Cristo. Siempre vencedor, deja la escena terrenal con bendición para todo el mundo. El primer Adán pecó y fue desterrado del paraíso como malhechor; el postrer Adán se volvió a un malhechor y llevó al hombre de vuelta al paraíso al morir en la cruz. ¿Desea ser feliz el lector?, no busque la bendición y la dicha en esta tierra, búsquelas en Dios, reciba a Cristo y recibirá la vida eterna. Sólo así será bienaventurado (continúa). rc
Lectura Diaria: | ||
Ester 1:1-22 [leer]
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/Zacarías 11:1-17 [leer]
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/Apocalípsis 18:1-24 [leer]
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