Samuel el profeta dijo que “el obedecer es mejor que los sacrificios”. Pero no es fácil a causa de la naturaleza pecaminosa con que vivimos. Por cierto hay bendición para los obedientes. Lea de lo que pasó con Daniel.
“Juré y ratifiqué que guardaré tus justos juicios”. Salmo 119:106.

El ser humano tiene una naturaleza que se rebela contra la voluntad de Dios. Le lleva a preferir su propia voluntad y no someterse a la voluntad de su Creador. Pablo escribió a los efesios acerca de su comportamiento antes de ser salvos: “anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los HIJOS DE DESOBEDIENCIA” Efesios 2:2. Ir en contra de la santidad de Dios ha caracterizado al ser humano desde los albores de la raza humana. Fue la desobediencia que llevó a Adán y Eva a cometer el primer pecado en el Edén. Dios valora la obediencia y espera que sus hijos la practiquen.

Hay un notable ejemplo de la obediencia a la voluntad de Dios vista en Daniel y sus tres compañeros. Estaban en Babilonia como jóvenes sacados a la fuerza de su patria. Estaban lejos de la influencia espiritual de sus padres, pero habían aprendido valiosas lecciones en casa. Sabían que Dios prohibió participar de la comida ofrecida a los ídolos. Ellos precisamente se hallaban cautivos en un país idólatra. Los babilonios rendían culto a dioses falsos. Cuando el rey Nabucodonosor quiso rodearse de hombres inteligentes y sabios, favoreció a los jóvenes cautivos de Israel. Querían hombres capaces de darle consejos oportunos para el avance de su reino. Por eso, ordenó para ellos un curso universitario de tres años con “pensión alimenticia muy rica”. Habían de participar diariamente de la comida del rey. Era considerada comida ofrecida y bendecida por un ídolo. Por eso, “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía” Daniel 1:8. Le era más importante obedecer a Dios que aceptar la provisión idólatra.

La comida en si era buena, pero quienes la comían debían sentirse agradecido al ídolo por ella. Si Daniel y sus tres compañeros participaran de ella, estarían contraviniendo un mandamiento de Dios. Por eso, Daniel pidió permiso para que los cuatro se abstuvieran de comerla. Lo que iba a comer en su reemplazo no era nada sabroso en comparación con la comida del rey. Pero tuvieron la satisfacción de estar obedeciendo el mandamiento de Dios. Era más importante para Daniel y sus compañeros obedecer a Dios antes de contaminarse con las cosas de un mundo contrario a la santidad divina. Querían honrar a Dios sobre todas la cosas. La obediencia fue costosa. El mundo considera ciertas cosas aceptables pero el cristiano comprometido con el Señor sabe que si no son del agrado de su Señor, debe evitarlas. Obedecer a Dios es primordial en su vida, como lo fue con Daniel. Cuando los cuatro dieron su examen de grado, el rey “los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” Daniel 1:20. Así ocurre con los que obedecen a Dios. Dios les bendice. La enseñanza de Jesús continúa válida: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” Mateo 16:24. Lea la historia en Daniel 1. ¿Somos caracterizados por la obediencia en lo que agrada a Dios? –daj

Lectura Diaria:
Exodo 21:1-36 [leer]
/Salmos 62:1-63:11 [leer]
/Hechos 11:19-30 [leer]