En el Salmo 42 David conversó consigo mismo a causa de su estado de ánimo. Algo en su vida le causaba angustia y repitió dos veces la pregunta que se hizo a sí mismo. Hay diferentes causas del desánimo. Se requiere honestidad para conocerlas y aplicar el remedio.

 

“¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” Salmo 42:5 y 11

 

Hay muchos que sufren del mal intangible del DESÁNIMO. Este mal roba a muchos de su felicidad interior, y les quita la alegría exterior. No es un mal del siglo veintiuno, pues la depresión ha afectado a la humanidad desde los albores de su historia. El primer hombre nacido en el mundo, Caín, experimentó ese mal, y Dios le pregunto: “¿Por qué ha decaído tu semblante?” Génesis 4:6. Caín estaba desanimado, pero su problema originó en si mismo. Dios le indicó cómo podía salir de su depresión, pero no quiso hacerlo. Caín tuvo envidia de su hermano Abel, y se ensañó contra él porque Dios había mirado con agrado la ofrenda de Abel, y no la ofrenda de Caín. Por eso decayó su semblante. Caín no tenía razón justificada para deprimirse, porque había tenido igual oportunidad como su hermano de agradar a Dios con una ofrenda del tipo que Dios requería. Pero en vez de hacerlo, insistió en su propio método y perdió su oportunidad de ser feliz. Al ver a Caín abatido, Dios le habló indicándole la manera por la cual podía recuperar su felicidad. Era sencillo: obedecer la instrucción de Dios. La triste secuela de esta historia es que Caín no quiso humillarse y su enojo le llevó a matar a su hermano. Caín anduvo el resto de su vida como “errante y extranjero en la tierra” Génesis 4:14. Todo fue a causa de su necedad en resistir los intentos de Dios para llevarle al arrepentimiento y así levantar su ánimo.

 

A veces, el desánimo es producto de nuestra propia torpeza. Ocurre cuando no queremos conformarnos con la voluntad de Dios. Viene también por tener envidia a otros en cuyas vidas Dios ha entrado con bendición pues ellos han procedido según su agrado. Dios es muy paciente y nos hace ver la razón de nuestro desánimo. Al mismo tiempo nos indica la salida de este estado tan desagradable. Se requiere, sin embargo, humillación para admitir nuestra falta, y fe para aceptar el camino de obediencia que conduce al alivio emocional.

 

Qué lástima que miles hoy día sufren de desánimo por porfiar en su maldad y desobediencia. Se roban a sí mismos de la alegría y del contentamiento. ¿Hay algo en tu vida, hermano o hermana, que te haga sentir disconforme e intranquilo en tu interior? ¿Por qué andas enojado con ciertas personas, especialmente con las de tu familia? ¿Acaso sea por causa de tu actitud negativa que no contribuye a la buena convivencia en tu hogar? ¿Hay jóvenes que se rebelan contra los deseos de sus padres? ¿O te niegas a aceptar las sugerencias de tu esposo o esposa? En el fondo, toda rebeldía es rebeldía contra Dios y El permite el desánimo para hacernos reaccionar ante los requerimientos de su palabra. “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” Salmo 42:11. –daj

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
Jueces 2:6-3:4 [leer]
/Isaías 22:15-23:18 [leer]
/1 Corintios 2 [leer]