Al final del libro que escribió, Lucas el amado médico relató un caso especial de dos personas descorazonadas cuyas esperanzas referentes al futuro se habían hecho añicos. Venían tristes por el camino. Pero Jesús se acercó y caminó con ellas. Usando las Escrituras, reveló grandes verdades que cuando se dieron cuenta que Cristo estaba vivo, se volvieron a Jerusalén presurosos llenas de alegría.

 

Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Lucas 24:32

 

Dios quiere que estemos de buen ánimo siempre. Cuando el Señor Jesucristo se topaba con personas en cuyas vidas había un problema, sus primeras palabras generalmente eran palabras de aliento. El decía “no temas“, o “ten ánimo“. Dios nuestro Padre desea lo mismo para con nosotros. Estar deprimido es un estado anormal. En algunos casos el temor se había apoderado de aquellos que tenían contacto con el Señor, pero siempre les daba confianza para que se dieran cuenta de que el futuro estaba en la mano de Él. Por tanto, en vez de temer las circunstancias del presente, ellos habían de confiar en Él para controlar las circunstancias del porvenir.

 

La depresión no siempre es el resultado de algo en nosotros. Por ejemplo, la muerte llega con sorpresa y se lleva a uno de los nuestros. Caen las lágrimas y nos sobrecoge la desesperación. Hay muchos ejemplos de eso en la Biblia. Pero el antídoto es siempre igual: buscar en Dios nuestro Padre el apoyo de su gracia y encontrar en su palabra el consuelo de sus promesas. Allí se halla la fuerza en el conocimiento de que su voluntad es perfecta. Cuando Pablo escribió a los cristianos en Tesalónica referente a los hermanos que habían muerto, les habló de la venida de Cristo. Algunos creyentes en Tesalónica estaban convencidos de que sus hermanos muertos no participarían en la venida del Señor Jesús. Pero Pablo les aseguró que sí, no sólo tendrían parte, sino serían los primeros en responder a la llamada del Señor en la resurrección. Ellos resucitarían primero y después se juntarían a los vivos en la tierra para ir todos al encuentro con el Señor en el aire. “Por tanto”, dice Pablo, “alentaos los unos a los otros con estas palabras” 1 Tesalonicenses 4:18.

 

Muchos viven desanimados, cuando deben estar viviendo en el pleno disfrute del gozo del Señor. Hay tantas circunstancias en la vida que se confabulan para desalentarnos, que sería imposible hacer una lista de todas. Pero creo que ningún hermano o hermana en el Señor tiene que quedarse en el valle de los abatidos. Hay fuerzas disponibles para que escalonen las laderas hasta llegar a la cumbre del supremo gozo y libertad del desaliento debilitante. El secreto está en permitir que Cristo ministre el alimento de su propia persona al espíritu abatido. Cuando el Señor Jesús encontró a los discípulos desilusionados cuando caminaban de regreso a su casa en Emaús, se acercó para levantarles el ánimo. Les hizo abrir su corazón con todas sus quejas para que explicaran la razón de su abatimiento. Ellos le explicaron exactamente lo que les preocupaba. Luego Cristo les reprendió por su incredulidad y en seguida se reveló a sí mismo por medio las Escrituras. Se esfumaron las dudas. Se fue el desánimo. El paso lento con que habían venido a Emaús fue cambiado cuando se volvieron a Jerusalén, echándose a correr para avisar a sus condiscípulos que Cristo estaba vivo. Compartieron su alegría que consistía en la revelación de la persona de Cristo que estaba vivo. “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” Salmo 42:5. –daj

Lectura Diaria:
Jueces 3:5-31 [leer]
/Isaías 24:1-23 [leer]
/1 Corintios 3:1-23 [leer]