El egoísmo es demostrado en muchas y varias maneras. Sigamos aprendiendo acerca de esto.

“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos.” Marcos 6:34

La Biblia enseña que es una de las señales de los últimos días. Por ejemplo, “Habrá hombres amadores de sí mismos” (2 Timoteo 3:2). En vez de amar a otros aman su “ego”, es decir, a sí mismos: son “egoístas”. De esta raíz emana una variedad de pecados. Pablo el apóstol describe a los egoístas en su carta a los Filipenses, “Buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:21). El egoísmo se encuentra tanto entre aquellos que no pretenden vivir una vida cristiana, como entre los que profesan ser creyentes. Por ejemplo, la falta de consideración es el producto del egoísmo. Al no importarle llegar a la hora señalada, es porque el egoísmo le tiene dominado. Al faltar en el cumplimiento de una tarea después de haberse comprometido es porque está presente el egoísmo. Al ver el egoísmo bajo esas luces, cuán avergonzados nos sentimos cuando consideramos qué frecuentemente nuestras acciones son dañadas por el egoísmo.

El egoísmo también se ve cuando falta la paciencia para con aquellos que tienen ciertos escrúpulos referentes a diversas áreas de la vida, como la dieta o algunas prácticas culturales. Los “fuertes” son llamados a “soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos” (Romanos 15:1). Agradarse a uno mismo es ser egoísta. La exhortación dada por Pablo viene con el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Romanos 15:2-3a). No buscar el bien del prójimo es “buscar lo suyo propio”. Se ve en cosas pequeñas y cosas grandes. Cosas que favorecemos al escoger lo que nos gusta hacer, dejando para otros lo que no nos gusta. Favorecemos ciertas prácticas en el hogar sin tomar en cuenta a los demás de la casa. Queremos ser considerados primeros entre nuestros amigos sin “dejar lugar al otro”, como enseñó Jesús. Nos gusta que todos prefieran lo escogido por nosotros mientras despreciamos lo que el otro haya seleccionado. Aún en nuestra manera de vestirnos podemos no tomar en cuenta el efecto producido en otros. Estas son diferentes maneras de agradarnos a nosotros mismos, en vez de ser agradables a Dios. ¿No es cierto que da vergüenza al pensar en esta complacencia de hacer muchas cosas que son puro egoísmo?

Cuán diferente fue la actitud del Señor Jesús. En una oportunidad el Señor dijo a sus discípulos: “Venid vosotros aparte … y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto” (Marcos 6:30-32). Una multitud se les adelantó y aunque los discípulos recomendaron a Jesús que despidiera a la gente, Jesús “tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6:34). No solamente les dio algo para su espíritu por medio de la enseñanza, sino también proveyó para su cuerpo cuando repartió los cinco panes y dos peces y comieron todos. Nada de egoísmo en el Señor, sino solamente amor al prójimo. Es un ejemplo digno de seguir.

-–A. Turkington/daj

Lectura Diaria:
Génesis 18:1-33 [leer]
/Job 21:1-34 [leer]
/Mateo 10:1-23 [leer]