“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” 1 Pedro 3:8

Pablo el apóstol describía las condiciones de los postreros días cuando vendrían tiempos peligrosos. Dio la razón porqué serían peligrosos: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,.. ” etc. (2 Timoteo 3:2). “Amadores de si mismos” es otra forma de egoísmo. Buscar la precedencia sobre otros es pecado y hay un caso en Mateo 20:20-28. Juan y Jacobo en compañía de su madre pidieron al Señor que El privilegiara a los dos discípulos, permitiéndoles ocupar lugares especiales en su reino. Nada menos que uno al lado izquierdo y el otro al lado derecho. Menos mal que no había un tercer hijo involucrado. Pero está petición fue reprendida por el Señor Jesucristo. Los otros diez discípulos se enojaron. ¿Por qué? Por lo mismo, ¡Querían ellos tener los lugares de privilegio! El Señor Jesús llamó a los discípulos y dijo, “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad” (v.25). Luego el Señor dio enseñanza clave sobre el asunto: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.” Luego viene la frase clásica del Señor, dicha precisamente para contrarrestar todo pensamiento egoísta. Refiriéndose a sí mismo, Jesús dijo: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” ((Mateo 20:28). Triste es decirlo, pero frecuentemente se ve el egoísmo tanto en lo espiritual como en lo material. Juzguémonos a nosotros mismos en esto, no buscando ni los puestos principales, ni las salutaciones preferenciales. Contentémonos con servir para la gloria de Dios.

Ser negligente con los pobres es otra forma del egoísmo. “El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Juan 3:17). A veces este pecado se comete sin querer pues proviene simplemente del hábito de considerarse a sí mismo antes del otro. Hay casos donde el egoísta dará algo pero sólo para librarse de alguna molestia y nunca con sincera simpatía. ¿Acaso es esta la razón por que hay poco crecimiento en mostrar el amor de Dios? No se puede crecer en un ambiente donde existe el egoísmo. Donde el amor es manifestado, viene del mismo amor de Dios ha derramado en nuestros corazones.

En muchos casos no deseamos ser egoístas, pero si nos descuidamos en seguir a Cristo, perdemos nuestro objetivo principal para vivir. Este pecado se demuestra en cosas pequeñas en casi en todos nuestros hechos. El egoísmo es un pecado que deshonra a Cristo. La consideración de este tema debe conducirnos a un examen propio especialmente considerando los aspectos del “amor” mencionados en 1 Corintios 13. El amor “no busca lo suyo.” ¿Y el remedio? Pensar en otros, cómo hizo el samaritano en Lucas 10. Cuando Cristo es el centro de mis pensamientos en vez de mí mismo, mis acciones naturalmente tendrán a Él como punto de referencia. De esta manera, no sólo seré desinteresado de lo mío, sino positivamente seré como Cristo. Esta es la clase del cristianismo que los hombres entienden y trae gloria verdadera a Dios. Así uno llega a ser una epístola de Cristo, “conocida y leída por todos los hombres” (2 Corintios 3:2). ¡Oh, que el amor de Cristo nos constriña a vivir para Su gloria! (2 Corintios 5:14).

–A. Turkington/daj

Lectura Diaria:
Génesis 20:1-21:34 [leer]
/Job 23:1-24:25 [leer]
/Mateo 11:2-30 [leer]