El enojo causa grandes estragos en el mundo. Es uno de los pecados más antiguos. Lea de lo que pasó cuando el enojo dominó el primer nacido en el mundo.
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.” Efesios 4:26-27.

Entre las cosas que causan daño en la sociedad, el enojo es uno de las peores. Se siente molestia y pesar por algún agravio y pronto se suscita ira contra el causante. La Biblia destaca ciertos casos de enojo y deja ver el desastre que resulta cuando el enojo es mal manejado. Pablo instruyó a los Efesios sobre la necesidad de abandonar los hábitos de “la pasada manera de vivir”. Llamó a los cristianos a despojarse “del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” Efesios 4:22-24. Continuando con sus recomendaciones para vivir una vida diferente que antes, también dijo: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” vv.26-27. Pablo reconoce que hay veces cuando existen circunstancias que pueden motivar un sentir de molestia, pero advierte que es posible pasar la raya y cometer pecado. De todas maneras, el enojo no debe ser traspasado de un día al otro, incluso, ni aún a la noche del mismo día. “No se ponga el sol sobre vuestro enojo.” Además de todos los beneficios que trae un espíritu perdonador, también cierra la puerta para que el diablo no se aproveche de la coyuntura.

El enojo es uno de los primeros pecados descritos en la Biblia. No solamente lo menciona sino relata qué pasó cuando un hombre dominado por el enojo llegó a matar a su hermano. Caín y Abel fueron los primeros nacidos y ya crecidos sintieron el deseo de acercarse a Dios con una ofrenda. Caín y Abel ya tenían sus vocaciones, pues Caín se dedicaba a la agricultura y Abel a la crianza de ovejas. Llegado el momento para ofrendar, “Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová” Génesis 3:3. Seguramente fue una ofrenda vistosa, pero no fue la que Dios quiso. Para ser propicio al pecador, Jehová requería la muerte de un animal que sustituía o reemplazaba al pecador culpable. Abel por su parte, “trajo también de los primogénitos de sus ovejas,… Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” v.4. Aquí comenzó el problema porque Dios “no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” v.5.

Caín se sentía rechazado, porque su ofrenda que le representaba no fue aprobada. La de Abel, sí. Con suma misericordia Dios trató con Caín, preguntando por su reacción furiosa y luego indicándole que podría cambiar de idea para cumplir con la voluntad divina. En vez de reconocer que se había equivocado, Caín se negó. Cuando el enojo domina el ánimo del individuo, le lleva a cometer más pecados. De enojarse con Dios, Caín pasó a despreciar a su hermano. De ahí pasó a ser un hipócrita ya que Abel aceptó su invitación a salir al campo sin sospechar que dentro del corazón de su hermano había un plan asesino. El enfurecimiento sentido por Caín le llevó a matar a su hermano y para cubrir su pecado, cavó un hoyo y le dejó sepultado. Cuando Dios le preguntó por el paradero de su hermano, mintió, diciendo: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” v.9. Dios le hace ver que Él ve todo y no hay secreto delante del Omnisciente Creador. De allí Caín se alejó de la presencia de Dios, marcado para siempre. Sus últimas palabras son patéticas, “He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra” Génesis 4:14. Por misericordia Dios le dio protección para que nadie le matara a él, bendición que Caín había negado a su propio hermano. Si el enojo es tan devastador en la vida de un ser humano, la exhortación de Efesios 4:26-27, “airaos, pero no pequéis”, debe ser tomado en cuenta y practicado con rigurosa fidelidad. –DAJ

Lectura Diaria:
2 Cronicas 12-13 [leer]
/Ezequiel 35-36:15 [leer]
/Juan 13:31-14:14 [leer]