“Dios, sé propicio a mí, pecador” Lucas 18:13

La propiciación es un acto hacia Dios con que se le mueve a piedad y misericordia. Es algo que tiene la virtud de asistir y favorecer a que sea posible para un pecador arruinado, incapaz y ya condenado, la obtención del perdón de Dios y la cancelación permanente y definitiva de la pena de muerte eterna.

Es tarea no fácil, pues se trata de conseguir la benevolencia de alguien infinita e inalcanzablemente superior y justo. Luego, ningún hombre puede intentar obrar algo que a Dios agrade desde el momento en que todos sus intentos de lograrlo son como “trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Tampoco un hombre puede pretender siquiera alcanzar tal grado de suficiencia y ni siquiera concebir tal obra virtuosa que le granjeará el favor de su Dios.

Pero tenemos que el Señor es muy misericordioso y compasivo (Santiago 5:11), y si bien en el estado natural del hombre no puede expresar todo su amor y bondad hacia él por la presencia del pecado, concibió un plan para su salvación. Por un lado el hombre ha pecado y –por lo tanto– debe morir (Romanos 6:23), constituyéndose ésta condición en una barrera infranqueable. La solución divina ante su deseo de salvar y perdonar es proveerse de una reparación alternativa al juzgamiento y condenación del hombre. Esta es que, a la ley quebrantada que demanda una justa retribución (Hebreos 2:2), se le opone un sacrificio tan infinitamente reparatorio y superior que el Dios santo y justo, en virtud de tal sacrificio, puede ahora acoger, recibir y abrazar a pecadores que se acogen a la obra de Cristo hecha a su favor en la cruz, que se acogen a su muerte expiatoria o propiciatoria, a su sangre derramada en propiciación.

El cuadro de un sacrificio sangriento no es muy atractivo el mundo contemporáneo, pero es un parte esencial y significativa de la estructura teológica de la cual emerge la comprensión básica de la salvación, así como de la comprensión –parcial, pues somos humanos– de la persona de Cristo. No debemos evitar mencionar ni hablar de la sangre sino escudriñar las escrituras para comprender el significado más profundo de la Pascua y de la terminología sacrificial del antiguo testamento. El perdón de pecados por medio de la sangre derramada es la base de la salvación, de la propiciación, y está en el centro del mensaje de Cristo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28, Marcos 14:24). “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). “(os habéis acercado… a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24). Gracias a Dios por darnos a su Hijo, proveyendo Él mismo la propiciación para nosotros. rc

 

Lectura Diaria:
1 Reyes 20 [leer]
/Jeremías 32:1-25 [leer]
/Hebreos 3 [leer]