“Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían” Salmo 2:7

En los evangelios la expresión “hijo del hombre” es usada por Jesús alrededor de 80 veces hablando de sí mismo en tercera persona. Es notable que en todas estas ocasiones nadie le ha llamado a él de esa manera sino que es un título que el mismo Jesús toma para sí. Así anuncia sus sufrimientos y muerte: “A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado” (Lucas 22:22).

Jesús tomó este título mesiánico combinando en su persona su humanidad en humildad, con la perspectiva de la gloria, el juicio y el dominio futuro. El título nos habla de Jesús en su humillación, sufrimiento y muerte, junto con su glorificación futura. Esteban lo expresa con claridad: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:56). Entonces, este título es complejo en tanto conlleva una multiplicidad de facetas y contextos. Envuelve su encarnación, sufrimientos, muerte, ejecución del juicio universal y toma del dominio eterno. Es un compendio de realidades con relación al Hijo de Dios que incluye su humillación y sufrimientos, su señorío en este mundo pecaminoso y la consumación de su rol mesiánico.

Lo que vieron los judíos en su tiempo cuando miraban a Jesús de Nazaret –un hombre sencillo pero poderoso en obra y en palabra– es el hijo del hombre; lo que vio Esteban en gloria es el hijo del hombre; lo que vio Juan en su visión en Patmos es el hijo del hombre:

“Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro” (Apocalipsis 1:12-13). “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda” (Apocalipsis 14:14).

Jesús usa este título para expresar sus prerrogativas divinas diciendo “El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo” (Mateo 12:8). Este día fue una institución divina y no podía ser manipulado por ningún hombre, pero dado que Jesús es el hijo del hombre venido del cielo, tiene toda autoridad sobre éste. Y ¿qué decir de su declaración después de sanar al paralítico en Capernaum?: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6, Marcos 2:10, Lucas 5:24). No nos perdona pecados un impostor, un aparecido, un falso profeta, uno que se arroga mediación entre nosotros y Dios. Nos perdona y salva el mismo Hijo de Dios, el verbo encarnado. Escuchémosle con reverencia y temor santo. rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
2 Samuel 3 [leer]
/Miqueas 6 [leer]
/Romanos 11:13-36 [leer]