El capítulo 15 del evangelio de Lucas contiene la historia de un padre y sus dos hijos. Es un pasaje que se presta ampliamente para presentar el evangelio en toda su belleza. Hay de todo en la historia. Hay un Padre generoso y misericordioso. Hay un hijo rebelde que casi termina su vida lejos de la casa familiar. Menos mal que reacciona a tiempo y se vuelve. Por el buen trato recibido es criticado por su hermano mayor.

 

Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase” Lucas 15:28

 

El hijo menor del padre, mencionado en Lucas 15, ha recibido mucha atención por parte de los predicadores del evangelio. Nos hemos referido muchas veces al tema del hijo pródigo y la excepcional recepción que su misericordioso padre le dio cuando volvió arrepentido. Menos atención ha recibido el hijo mayor, cuya actitud relatada al final del capítulo deja en claro que no estaba de acuerdo con el padre, y menos con el tratamiento que éste dio a su hermano. El hijo menor es figura de “los pecadores” que Jesús recibía y por esto fue criticado por los fariseos (Lucas 15:1-2). Los fariseos no estaban de acuerdo con Jesús en su trato a los “publicanos y pecadores” que venían a oírle.

 

Si el hijo menor es figura de los pecadores, el hijo mayor es figura –entre otras cosas– de los fariseos. La actitud que adoptó el hermano para con su hermano menor era igual a la actitud de rechazo manifestado por los fariseos en su crítica a Jesús. El hijo mayor no quiso entrar en la casa de su padre, prefiriendo quedarse fuera. Con esta actitud, se negaba a compartir no solamente la casa del padre, sino también el corazón del padre. Hay personas hoy en día que escuchan la invitación del evangelio y no responden. De ellos se puede decir lo mismo que se dice acerca del hijo mayor, “no quieren entrar“. En este punto, entendemos una verdad evidente: el hijo mayor está tan perdido como el hijo menor. Esta parábola es, por lo tanto, la parábola de los dos hijos perdidos. El uno que se fue lejos, y el otro que estába perdido “cerca” de la casa.

 

El padre pudo haber ordenado a su hijo mayor a entrar, prometiendo conversar sobre el asunto más tarde. No lo hizo y la gran misericordia de Dios es reflejada en que el padre “salió… y le rogaba que entrase” (Lucas 15:28). El amor del padre fue igual para con los dos hijos. En los tratos que Dios tiene con la raza humana, no hay favoritos, no hay regalones. Ninguna nacionalidad ni etnia tiene mayor aceptación que otra. Nos trata a todos por igual. “De tal manera amó Dios AL MUNDO, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que… POR TODOS MURIÓ, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14-15). ¿Cuál fue la reacción del hijo mayor antes los ruegos del padre? No quiso entrar. ¿Conoce Ud. a alguien que desprecia la bondad de Dios? Su actitud hace pensar en 2 Tesalonicenses 2:10, donde leemos de “los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” –DAJ/rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 1 [leer]
/Eclesiastés 1-2:11 [leer]
/Lucas 6:1-19 [leer]