No pasa ningún día sin que las noticias traigan relatos de personas dominadas por el enojo. A veces cometen actos de violencia, entablan peleas en la familia, y amigos se distancian. El enojo es un asesino que destruye. Considere otra lección que nos enseña la actitud del hijo mayor.

 

“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” Efesios 4:26

 

Después de relatar el feliz encuentro que tuvo el padre con su hijo menor en Lucas 15, la atención del lector es llamado a considerar al “hijo mayor (que) estaba en el campo” v.25. La celebración para festejar la llegada de su hermano ya había comenzado y se oyó el sonido de la música. Con la curiosidad normal que pasa a cualquier, llamó “a uno de los criados, (y) le preguntó qué era aquello” v.26. La buena noticia fue fácil de comunicar: “tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano” v.27. “¿Bueno y sano?” Lo que dijo el pródigo no reflejaba esto. ¿No venía el pródigo hambriento, cansado, ropa hecha pedazos, sin zapatos, y una confesión que revelaba su estado de ánimo? Su confesión revela lo que él pensaba de sí mismo. “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” Lucas 15:19.
“Bueno y sano” es la traducción de una sola palabra en el idioma original. La referencia del siervo no tenía que ver con su estado físico, sino se refiere a su nueva condición y que el padre le tiene en casa otra vez. ¡No murió estando lejos! La vida anterior que llevaba podría haber significado su muerte dentro de poco tiempo. Por el despilfarro que el hijo menor hizo con lo que el padre le dio, él merecía morir lejos sin derecho de retornar. Se destaca el amor del padre al recibirle “bueno y sano” y por eso es una celebración de la bondad del padre. ¿Y el efecto que tuvo sobre el hijo mayor? “ENTONCES SE ENOJÓ, y no quería entrar” v.28. El enojo es un amo cruel; es un arma de doble filo. Hiere a la persona contra la cual va dirigido, y al mismo tiempo daña internamente quien lo practica. El enojo del hijo mayor fue dirigido hacia el padre, revelando un estado de corazón igualmente reprochable como fue el pecado de su hermano cuando “se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente” v.13.

 

 

El enojo del hijo mayor no amedrentó al padre, sino éste “Salió… y le rogaba que entrase” v.28. La conversación que sostuvo el hijo mayor con su padre reveló que su enojo le llevaba a suponer lo peor en cuanto a su hermano, y a acusar al padre de descuido, mientras desconocía las bendiciones que había tenido durante años. Entre otras cosas que manifestó, faltó respeto al padre y no quiso entrar. Se privó de compartir el gozo del padre, y de practicar el perdón, además de unirse a los demás que disfrutaban el momento de alegría. Amargado y enojado, no tuvo piedad para su hermano y perdió para siempre el gozo que viene a la persona cuyo corazón se deleita en los placeres de Dios. El enojo es la causa de una multitud de actitudes pecaminosas y quizás una de las causas principales de las desavenencias en la familia. Examina tu propio corazón y si te enojas, no peques.  –DAJ/rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 3 [leer]
/Eclesiastés 3:16-4:16 [leer]
/Lucas 7:1-29 [leer]