En varias partes de la Biblia, sale el tema de la lepra y los casos de los enfermos afectados por ella. Hay historias interesantes acerca de leprosos en el tiempo de Moisés, en el tiempo de Elías, y cuando Señor Jesús mismo la trató. En la meditación de hoy, llama la atención no solamente la fe del leproso sino también su concepto acertado de Jesús.

 

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.” Mateo 8:2-3.

 

Jesús llevó a una multitud a un monte y sentándose, les enseñó muchas verdades. Estas enseñanzas se hallan en Mateo capítulos 5, 6, y 7 y las conocemos como El Sermón del Monte. Descendiendo Jesús del monte para dirigirse a Capernaum, “le seguía mucha gente” Mateo 8:1. Sorpresivamente se presentó ante Él un leproso quien por su condición no habría estado entre la multitud. A los leprosos no se les permitía mezclarse con la gente sana. Mientras no se mejoraban de su condición, eran considerados inmundos y excluidos de la sociedad.

 

El clamor del leproso evidencia una fe firme en el poder de Jesús, “Señor, si quieres, puedes limpiarme” v.2. El hombre reconoció que su condición de inmundo le privaba de muchos placeres de la vida. No solamente no podía participar con la familia o con los amigos, sino tampoco podía acercarse al templo y participar en las actividades espirituales. El leproso se echó a los pies de Jesús. Parece que deseaba recibir misericordia de Aquel que es llamado “el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación (o, sanidad)” Malaquías 4:2. El leproso dijo: “Si quieres… puedes”. Por supuesto ¡el Señor quiso! Manifestó su poder y despachó la enfermedad para dejar limpio al leproso. Ya estuvo libre del ese poder destructor en su vida. Es el primer milagro mencionado por Mateo, y el Señor Jesucristo actuó para restablecer las relaciones familiares, religiosas, y laborales de este hombre.

 

El leproso postrado mostró gran reverencia ante el Señor. Fue un acto de adoración por el cual reconoció la autoridad de Jesús y expresó su fe en Él. Fue una petición por un favor, y “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Al instante su lepra desapareció” Mateo 8:3. La inmundicia huyó y Jesús instruyó al hombre a no decir nada a nadie, “sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos” v.4. Le correspondía al sacerdote declarar al hombre limpio. Sería una evidencia irrefutable del poder de Jesús que el sacerdote no pudo ignorar. De pura alegría, el leproso “comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho” Marcos 1:45. Toda persona que ha sido bendecida por el Señor Jesús debe también testificar de los cambios hechos por el Salvador. ¿Testifica Ud. de lo que Cristo ha hecho en la vida suya? –daj

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 15:1-35 [leer]
/Isaías 54:1-17 [leer]
/Romanos 1:18-32 [leer]