“Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” Apocalipsis 2:4

Si pudiésemos poner un nombre a cada una de las siete iglesias del Apocalipsis, a Éfeso podríamos llamarla como la iglesia que perdió su amor. Esta congregación se encontraba en quizás la ciudad más importante de la provincia del Asia Menor, puesto que era el puerto de entrada a la región. La ciudad se había convertido en un centro de actividad comercial que había hecho prosperar económicamente a mucho de sus habitantes. A su vez era un centro de actividad pagana que se caracterizaba por la adoración devota a la diosa Diana, o Artemisa para los romanos (Hechos 19:35). De hecho el templo dedicado a Diana era considerado una de las maravillas del mundo antiguo.
En esta ciudad el Señor plantó un testimonio para su nombre por medio del apóstol Pablo quien es el primero en traer el evangelio a este lugar durante su tercer viaje misionero (Hechos 19:1-20:1). Por un tiempo aproximado de dos años Pablo estuvo en medio de ellos enseñando y predicando, por lo que los lazos del apóstol con estos creyentes fueron muy profundos y significativos. Recordemos el discurso de despedida de Pablo para los ancianos de esta asamblea en Hechos 20:17-38, en donde podemos apreciar el amor especial del apóstol por estos creyentes. Tiempo después de dejar la ciudad Pablo les escribiría la epístola que lleva el nombre de la ciudad (alrededor de los años 60-63 D.C) , e incluso antes de su partida le pediría al joven Timoteo que se quedase un tiempo en la ciudad ayudando a los creyentes a combatir las falsas doctrinas que estaban surgiendo en aquel entonces. La tradición apostólica nos dice que el apóstol Juan vivió y pastoreó esta asamblea, y que incluso pasó sus últimos años en esta congregación luego de su liberación del exilio de Patmos. Podemos pensar entonces en el tremendo privilegio de esta asamblea ¡Qué tremenda la herencia espiritual recibida de estos fieles siervos de Dios! Y sin embargo el Señor tiene que reprenderles de forma tan severa por medio de esta carta. (Apoc. 2:4-5). Y es que nunca la historia pasada de una asamblea puede asegurar su éxito futuro. Solamente el Señor puede sostener su obra y avivarla en medio de los tiempos (Habacuc 3:2).

 

¿Por qué el Señor reprende a Éfeso? Porque a pesar de tener muchas obras, a pesar de trabajar de forma ardua con paciencia y sin desmayar, estos creyentes carecían de la cualidad más importante de todas, el amor. Cristo les recrimina: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (2:4). Y es que existe el peligro de que nuestra vida congregacional y aún nuestras vidas personales, se transforme en una rutinaria agenda de actividades, llena quizás de conceptos teológicos, de trabajos, esfuerzos, aún de sacrificios, pero carentes de sentido pues el ingrediente más importante no se encuentra, que es el amor. Amor al Señor primeramente, lo que se transforma en amor por las almas, y finalmente en amor por mi prójimo. El apóstol Pablo lo expresó de forma tan clara cuando en el capítulo 13 de 1° de Corintios, al hablar del uso de los dones dentro de la iglesia, expresó que sin amor, “nada soy”. De nade me vale tener los dones más excelentes, hacer los sacrificios más grandes, pues si no tengo amor, todo es en vano (1 Corintios 13:1-3). Esta iglesia había confundido sus prioridades… Podríamos preguntarnos ¿cuál es el primer amor del creyente? La respuesta inmediata es “el Señor Jesús”. El es el primer amor de todo creyente, así que, en realidad, esta iglesia había dejado finalmente al Señor.
Los creyentes de Éfeso quizás pensaban que lo estaban haciendo muy bien, pero se habían olvidado del primer y único gran mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Mateo 22:37). El celo hacía Él es importante. La pureza doctrinal es importante. El servirle es importante. Pero aún más importante es la motivación que está detrás. Recordemos que es perfectamente posible servir, aún predicar, con un motivo carnal y egoísta, y lejos del Señor. (Filipenses 1:15). El mensaje a Éfeso debiese enseñarnos por lo tanto, a no descuidar la principal motivación de nuestras vidas como creyentes, que es el amor hacia nuestro Salvador, a quien amamos, porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). –PE

 

Lectura Diaria:
2 Samuel 7 [leer]
/Nahúm 2-3 [leer]
/Romanos 14:1-18 [leer]