La ciudad de Pergamo estaba ubicada a 88 km al norte de Esmirna y era destacada principalmente por su actividad religiosa y pagana. Miremos lo que nos instruye del Señor por medio de su mensaje a esta iglesia.

Yo conozco tus obras, y dónde moras” Apocalipsis 2:13

 

Lectura: Apocalipsis 2:12-17

En esta ciudad existía un gran templo dedicado en honor a Esculapio, el dios de la medicina y la sanidad, cuyo símbolo era una serpiente enroscada en un mástil, recibiendo los títulos de “salvador” y “preservador”. Por otro lado Pérgamo fue la primera ciudad en Asia en erigir un templo en honor al emperador, y en donde los ciudadanos le ofrecían tributo a través de incienso otorgándole así poderes divinos. Es quizás debido a esta actividad satánica que el Señor Jesús le dice a esta iglesia: “Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás”, estableciendo así una referencia al poder diabólico presente a través del paganismo.

Para estos creyentes el desafío era: el César o Cristo. Escoger al primero significaba vivir una vida tranquila y reposada, pero estarían renegando a su Señor y Salvador. Aquellos que elegían no renegar de su fe, estarían escogiendo ser perseguidos por la sociedad y la autoridad. Antipas, al parecer, fue uno que estuvo dispuesto a pagar el costo. Y es por esto que el Señor lo reconoce como su “testigo fiel”. No sabemos mucho acerca de este fiel creyente, pero su pequeña mención en esta epístola sirve para exhortarnos a no desmayar y ser siempre leales a nuestro Señor (“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2:10)

La asamblea de esta ciudad se encontraba en un conflicto tremendo, y una de las razones por las que el Señor les escribe, es para que no lo olvidaran. Al decirles que vivían donde estaba el “trono de Satanás”, o que moraban “donde mora Satanás”, Cristo les está diciendo que el mundo no era su hogar. Incluso va más allá, advirtiéndoles la hostilidad que deberían esperar a causa del testimonio del evangelio. En nuestros días la situación no es muy diferente. La sociedad, el mundo como sistema, está controlado por Satanás, quien es presentado como el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31), y el evangelio es la respuesta de Dios para vencer los propósitos del maligno.

No podemos obviar que vivimos en un mundo que en cada vez más hostil al evangelio. Satanás ha logrado que la sociedad deje a Dios fuera de las universidades, los colegios, e incluso fuera de la vida cotidiana con leyes contrarias a la Palabra de Dios (aborto, homosexualismo, etc.), y no esperemos que esto cambie. El Señor Jesús dijo en el evangelio de Juan a sus discípulos: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Juan 15:18).

Por lo tanto en este mundo controlado por Satanás, no esperemos ser aceptados con el evangelio. Consideremos a nuestro Señor, quien fuera rechazado por los líderes religiosos de la época. Contemplemos a los primeros creyentes perseguidos y azotados por el rechazo de los judíos y los gentiles. ¿Podriamos esperar algo diferente para la iglesia el día de hoy, si el corazón de los hombres sigue siendo igual de perverso? Sin embargo los creyentes de Pérgamo, a pesar de la hostilidad y el ambiente pagano en que vivían, habían permanecido fieles al Señor y fieles al evangelio, enseñándonos así que no importan las circunstancias morales, sociales, políticas o religiosas que nos rodeen, pues somos llamados a permanecer en fidelidad a Él. Es por esto que el Señor Jesús les reconoce dos cosas: “…pero retienes mi nombre y no has negado mi fe.” ¡Oh que Cristo pueda decir lo mismo de nosotros el día de hoy! ¡Que Él pueda contemplar desde su trono nuestro testimonio y pueda reconocer nuestra fidelidad a su persona!

— Pablo Elgueta

Lectura Diaria:
2 Reyes 8 [leer]
/Jeremias 42:7-43:13 [leer]
/Hebreos 11:1-16 [leer]