El Señor Jesucristo no es ajeno a lo que sucede con su pueblo. Él conoce en profundidad cada una de las luchas que los creyentes tenemos que enfrentar en nuestro día a día, y nos anima a continuar con nuestra mirada puesta en Él. Este es el mensaje implícito en las cartas a las siete iglesias del Apocalipsis.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” Apocalipsis 2:7

 

En esta sección del libro del Apocalipsis, Juan recibe la revelación de “las cosas que son” (Apocalipsis 1:19), y envía cartas a siete iglesias. Notemos que son epístolas dictadas por el Señor mismo. Estas siete congregaciones estaban ubicadas en la provincia romana del Asia Menor, que hoy vendría siendo la zona de Turquía. No eran las únicas iglesias de la región, la asamblea de Colosas estaba también en esta provincia, pero el Señor escoge a estas siete iglesias para darnos a entender en primer lugar su soberanía. Él es el que está en medio de los siete candeleros de oro (Apocalipsis 1:13) y para enseñarnos cómo de una u otra forma estas congregaciones representan lo que vendrían siendo las distintas iglesias locales durante la actual dispensación.

Podemos apreciar cómo estas asambleas tenían fortalezas que el Señor reconoce, y promete premiarlas en su regreso en gloria. A la vez también muestran debilidades y flaquezas que Cristo exige corregir, cual Cabeza de cada una de estas congregaciones. En ambos casos, en el reconocimiento y en los llamados al arrepentimiento, podemos vernos reflejados en el día de hoy. Tenemos tanto que aprender –por ejemplo– de Esmirna y su fidelidad al Señor aún en medio de las pruebas más terribles, o de Filadelfia y su esfuerzo por anunciar el evangelio aún cuando estaban agotados y tenían pocas fuerzas. Pero al mismo tiempo reconocemos con vergüenza como muchas veces somos como Éfeso, una iglesia que tenía muchas buenas obras, pero eran carentes de lo más importante que es el Amor, o quizás a veces somos como Pérgamo, una iglesia que, en medio de las luchas contra el pecado, estaban siendo vencidos por Satanás debido a su falta de celo por la santidad. Pero ya sea en las fortalezas o en las debilidades, es el Señor mismo quien viene a alentar y a aleccionar a estos creyentes. Cada epístola comienza con Cristo hablando directamente al ángel o mensajero de cada una de las congregaciones.

Una de las cosas que el Espíritu desea enseñarnos a través de los mensajes a estas iglesias, es que el Señor Jesucristo no es ajeno a lo que sucede con su pueblo. Él conoce en profundidad cada una de las luchas que los creyentes tenemos que enfrentar en nuestro día a día, y nos anima a continuar con nuestra mirada puesta en Él (Apocalipsis 2:10). El conoce los peligros a los cuales estamos expuestos y nos advierte de ellos como lo hace con Sardis (Apocalipsis 3:13). En cada uno de estos casos vemos que el Señor está a la altura de cada una de las necesidades de su pueblo. Es por esto que estas cartas debiesen en primer lugar animarnos al saber que, “si Él es por nosotros, ¿Quién podrá ser contra nosotros?” (Romanos 8:31). A su vez, también debiesen hacernos pensar con solemnidad acerca del celo con el que Cristo exige y demanda a cada una de las iglesias fidelidad absoluta (Por ejemplo a Laodicea le dice: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo.” Apocalipsis 3:19).

Cada una de estas cartas termina con la expresión: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Es decir, hay un llamado personal a cada creyente a considerar las palabras del Señor y es porque hoy Él sigue siendo el Buen Pastor que está preocupado del bienestar de su pueblo, y sigue siendo el Señor Soberano que exige absoluta devoción por parte de los suyos.

–PE

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 18:6-19:7 [leer]
/Isaías 59 [leer]
/Romanos 4:23-5:11 [leer]