“Tu nombre es como ungüento derramado” Cantares 1:3

El título Cristo o “ungido” es la manera en que Dios revela los tesoros del nombre Jesús. Del antiguo testamento aprendemos que hay instrucciones para ungir en 3 circunstancias, la primera es al sacerdote: “Y derramó del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para santificarlo” (Levítico 8:12, ver también Salmo 133:2). También se ungía al rey, y el primer caso lo tenemos en la elección de Saúl: “Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?” (1 Samuel 10:1, ver también 16:13). En tercer lugar está la unción del profeta, y la tenemos señalada cuando Dios comunica a Elías quién será su sucesor: “A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel- mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar” (1 Reyes 19:16).

Por lo anterior vemos claramente que en el Señor Jesucristo se resumen los más elevados cargos y dignidades de la totalidad del antiguo pacto. Todo el antiguo testamento se cumple en el Cristo, y es notable cómo representa fielmente su triple función: Se le presenta como el profeta, el que habla de parte de Dios: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” (Deuteronomio 18:15), “Las palabras que me diste, les he dado” (Juan 17:8,  ver también Hebreos 1:1-2, Juan 1:18, 3:13). Se le describe como el sacerdote, presentando la ofrenda por el pecado, que es la ofrenda se sí mismo: “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12). Se presenta finalmente como rey: “vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte” (Hebreos 2:9, también 1:3).

El ser humano se confunde con el Hijo de Dios. Quiere aceptar a Jesús, pero no al Cristo. En cierta manera le acomoda un hombre bueno y sufriente, que deja un gran ejemplo para seguir. Sin embargo Jesús es también el ungido de Dios, quien cumplió la voluntad del Padre y ahora está exaltado. No se puede disociar la persona del Hijo, él es el salvador y el Señor al mismo tiempo. Hay que creer en Jesús el Cristo.

 

«El que era Dios nació como hombre,

El que era hombre vivió como Dios.

El que vivió como Dios murió como hombre,

El que murió como hombre resucitó como Dios»

— Agustín de Hipona

 

Tengamos siempre presente esta realidad y agradezcamos a Dios habernos enviado a su hijo en forma de hombre, y que triunfara en la cruz, Jesucristo, nuestro salvador. rc

 

Lectura Diaria:
1 Samuel 30:1-31:13 [leer]
/Miqueas 1:1-2:13 [leer]
/Romanos 9:1-29 [leer]