Hemos visto el alarmante deterioro que afecta al cuerpo humano a medida que avanzan los años y especialmente cuando las enfermedades dejan su huella. Lea del cuerpo nuevo.
“Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”. 2 Corintios 5:1.

Es bueno levantar la vista y mirar hacia el futuro para contemplar el glorioso futuro que Dios tiene planificado para los hijos suyos. Los que hemos puesto nuestra fe en Cristo nos deleitamos en vislumbrar por fe el día cuando la morada terrestre que actualmente nos sirve será reemplazada por una casa no hecha de manos. La palabra tabernáculo en el texto de cabecera es la traducción de la palabra “carpa”. No es nada sólido. Es más bien frágil y sujeto a ser destruido por los elementos cuando arrecian con furor. En este tabernáculo terrenal, sufrimos tribulación y pruebas. Pablo las llamó “momentáneas” 2 Corintios 4:17-18. “Las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. ¿Acaso abriga en su corazón esta linda esperanza de estar en el cielo con un nuevo cuerpo?

Es esta morada o tabernáculo gemimos, dice Pablo, “deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial”. No desea morir para estar “ausente del cuerpo y presente al Señor” sino, anhela la venida de Cristo para resucitar a los muertos y transformar los cuerpos de los vivos. Cuando un hijo de Dios muere, su alma y espíritu abandonan el cuerpo aquí en el mundo y son conducidos a la presencia de Dios. Están allí, totalmente conscientes, pero sin cuerpo. En el día de la resurrección, cuando Cristo venga a buscar a su Iglesia, traerá consigo a los que durmieron en Él y serán reunidos a su cuerpo. Pero el cuerpo será el nuevo, un cuerpo eterno, no el antiguo, sino uno hecho por Dios mismo. Es a este revestimiento que se refiere Pablo. Gemía anhelantemente por la venida de Cristo.

“Así seremos hallados vestidos, y no desnudos” 2 Corintios 5:3. El revestimiento no significa estar en el cielo solamente, sino estar allá con el nuevo cuerpo. Cada hijo de Dios gime para experimentar este triunfo final. “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu” v.5. La maravillosa esperanza de estar en el cielo con un nuevo cuerpo es obra de Dios. Aunque el ser humano sea muy hábil en confeccionar obras de arte, y diseñar complicadas maquinarias capaces de enviar vehículos al espacio para investigar, nadie es capaz de “rehacer” al pecador. Es a través del nuevo nacimiento que Dios da la vida divina, necesaria para poder habitar el cuerpo nuevo por toda la eternidad. Mientras esperamos que así suceda, el Espíritu Santo está presente en cada uno como la garantía que toda persona salvada irá para estar con Cristo. ¿En Ud. está esta esperanza de estar en el cielo con un nuevo cuerpo? –daj

Lectura Diaria:
Deuteronomio 23:9-24:22 [leer]
/Jonás 1-2 [leer]
/Lucas 12:41-59 [leer]