Si alguna vez alguien quisiera saber qué pensaba el Padre referente al Hijo y su misión en la tierra, solamente hay que consultar el Nuevo Testamento donde el Padre habló de su complacencia en el Hijo.

 

Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.” Mateo 17:5.

 

En la reunión de la Cena del Señor cantamos un himno cuya tercera estrofa dice: —

“           Todo su gozo, su reposo y su placer,

            Todo su deleite que tenía en ti,

            Sólo tu corazón, Señor, pudo conocer

            Lo que el Padre hallaba en ti”.

 

¿Podemos saber el pensamiento del Padre referente al Hijo? Por cierto, porque en voz alta lo declaró. Juan el Bautista predicaba en el desierto de Judea llamando a la gente a arrepentirse. Desde diferentes partes muchos venían y “eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” Mateo 3:6. Un día “Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él” v.13. Juan se opuso reconociendo que Jesús debía bautizar a él y no Juan a Jesús. Con firmeza Jesús le indicó que su voluntad fuera que Juan le bautizara y así fue. Algo pasó cuando Jesús subió del agua; Juan “vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: ÉSTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN TENGO COMPLACENCIA” vv.16-17. Ahí está, el pensamiento del Padre declarando que desde que Jesús llegó a la tierra en Belén, había tenido una vida intachable vivida hasta aquel momento cuando tenía treinta años de edad. Había agradado al Padre.

 

Hubo otra oportunidad cuando el Padre habló. Jesús ya había formado un grupo de discípulos alrededor suyo y un día “tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos” Mateo 17:1. Tiene que haber sido una experiencia llamativa para los discípulos cuando el rostro de su Maestro  resplandeció “como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” v.2. De repente dos visitas que no habían estado en la tierra en muchos años aparecieron hablando con el Señor Jesús. Impresionado por esta experiencia insólita, Pedro sugirió que se construyeran tres enramadas para los tres; una para Jesús, otra para Moisés, y otra para Elías. Quizás pensaba que los tres pudieran estar disponibles para consultas. ¡Gran error de Pedro! Con su sugerencia, puso a los tres en el mismo nivel. Jesús era humano por cierto, pero era Dios a la vez. No tenía ninguna debilidad como Moisés y Elías habían tenido. Dios no toleró la idea ni por un momento y una nube de luz cubrió la escena mientras se escuchaba al Padre declarando su pensamiento acerca del Hijo, “ÉSTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN TENGO COMPLACENCIA; A ÉL OÍD” Mateo 17:5. Aunque Moisés hubiera escrito el Pentateuco, y Elías fuera un ferveroso predicador, es el Hijo que ahora debe ser escuchado: “Dios, habiendo hablado… en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” Hebreos 1:1-2.

 

El Padre habló del Hijo al comienzo del ministerio y también durante su servicio entre el pueblo. Habló de nuevo después de la muerte y la sepultura de Jesús. La misma resurrección de Jesús es una declaración clara del Padre, demostrando que la obra que realizó en la cruz fue aceptada, totalmente terminada. Nuestro Señor Jesucristo “FUE DECLARADO HIJO DE DIOS CON PODER, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” Romanos 1:4. En lo poco que seamos capaces de captar lo que el Padre ve en el Hijo, podemos aprender que el Hijo es Único. Es Aquel en que debemos confiar para ser salvos y seguros para toda la eternidad. ¿Ha puesto atención a la declaración del Padre acerca del Hijo? –daj

Lectura Diaria:
Deuteronomio 20-21 [leer]
/Joel 2 [leer]
/Lucas 12:1-21 [leer]