Cuando Juan Bautista no quiso bautizar a Jesús, fue porque no tenía pecado de que arrepentirse. Pero Jesús insistió en ser bautizado. Lea la razón por qué.
“…he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”. Mateo 17:5.
Cuando el Señor Jesús fue bautizado por Juan Bautista en el rio Jordán, el Espíritu Santo vino sobre él, mientras desde el cielo el padre pronunciaba las palabras “este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” Mateo 3:17. Durante los treinta años desde su nacimiento, el Señor Jesús crecía en estatura y sabiduría como cualquier ser humano. Aprendió el oficio de la carpintería, y vivió una vida tranquila en Nazaret. Hubo una característica personal suya, que seguramente llamaba la atención a los que le conocían; tuvo un desarrollo humano personal totalmente libre de cualquier debilidad que tenían todas las demás personas. Su santidad personal fue insólita, y seguramente se comentaba su vida tan singular entre los familiares. Quizás fuera por eso que Juan Bautista se negaba a bautizarle. Juan prefería que Jesús le bautizara a él. ¿No sería por que reconoció un nivel de santidad en Jesús superior a todo otro ser humano?
Si Juan Bautista bautizaba sin ningún problema a los pecadores que se acercaban a él de diferentes partes, ¿por qué a Jesús se opuso? Hay una sola respuesta: Jesús no tuvo pecados de que arrepentirse. El Señor Jesús insistió con Juan, pues de esta manera quiso identificarse con el pueblo de Israel. Pero hay más que aprender en este hecho. Jesús voluntariamente quería demostrar en forma simbólica que iba a tomar el lugar de un pecador que necesita ser limpiado. Fue una señal de lo que realmente Él haría tres años más tarde cuando moría en la cruz. Cuando Jesús fue crucificado, voluntariamente tomó el lugar del pecador, muriendo en su lugar. Por eso su insistencia en ser bautizado fue un símbolo de una obra que el haría más tarde. La Biblia lo explica en estos términos. “al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él” 2 Corintios 5:21.
Cuando Jesús fue bautizado, vino el Espíritu Santo sobre él. Vino como una paloma que llegó y posó sobre Jesús. Fue un hecho visible al ojo de Juan y era entendido por él como una señal que el Espíritu Santo había venido sobre Él. La señal no fue para que Jesús supiera, sino para que Juan el Bautista tuviera la evidencia señalada que en realidad Jesús era el Mesías prometido. Y así comenzó a anunciarle como el Mesías prometido, “Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Éste es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo” Juan 1:15. –daj