“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” Miqueas 7:18 

 

Después de considerar brevemente el significado del pecado y la tragedia que significa, ahora estamos en condiciones de entender qué es la vida espiritual y qué es la muerte espiritual. La vida espiritual es “existencia consciente en comunión con Dios”; la muerte espiritual es “vida consciente en separación de Dios”. La muerte es lo opuesto a la vida, y nunca se refiere a “dejar de existir”, lo que sería aniquilación. La muerte en cualquiera de los sentidos previamente señalados se considera siempre, en las Escrituras, como la consecuencia penal del pecado. Sólo los pecadores están sometidos a la muerte (Romanos 5:12).

El único ser sin pecado, Jesucristo el Hijo de Dios, se sometió voluntariamente a la muerte en la cruz como Aquel que llevó el pecado de otros, el pecado de nosotros, el suyo y mío (1 Pedro 2:14). Aunque la muerte del pecador no puede perdonar sus pecados, la muerte del Hijo de Dios sí puede hacerlo. La Biblia proclama ese hecho glorioso y agrega, todavía más, que la muerte ha sido derrotada mucho antes de que el cristiano atraviese por ella; cuando una persona confía en Jesucristo entra a la vida de Dios y deja de ser esclava de la muerte. Jesús mismo lo señaló: “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:26). Debemos tener claro que la muerte física de Cristo no representa la totalidad de su padecimiento, aunque es la esencia de su sacrificio. Lo que no debe ser olvidado y que constituye los mayores padecimientos, es que Él quedó absolutamente solo en el universo, fue abandonado; las tinieblas lo simbolizaron y su clamor “¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46) expresó este hecho solemne, absolutamente único e irrepetible. Él “él puso su vida por nosotros” (1 Juan 3:16). “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14, 15).

Para el creyente el pecado ha  sido quitado y su pena ya no espanta. El hombre sin Dios se angustia cuando ocasionalmente reflexiona en la santidad de Dios y en el hecho cierto de que es un pecador y que ha de morir algún día. Además, llega al punto en que muchos temen y se dan cuenta en su fuero interno de que la muerte no es realmente el final de todo.  Hay que enfrentar la eternidad ¿Qué hará el lector con la salvación y la vida eterna que Cristo ofrece al perdonar sus pecados? Deje su autosuficiencia y acuda a los pies del Salvador, quien le recibirá y salvará, le perdonará sus pecados pues pagó por ellos en la cruz y le dará la  vida eterna. rc

 

Lectura Diaria:
Éxodo 34:4-35 [leer]
/Salmos 85:1-86:17 [leer]
/Hechos 20:17-38 [leer]