Una gran necesidad en la sociedad es saber perdonar. Todos hemos sido perdonados alguna vez y esto impone la obligación de perdonar a otros. El perdón divino es nuestro ejemplo.

 

Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.” Salmo 103:12.

 

Uno de los mayores problemas en el mundo moderno es la incapacidad del hombre a perdonar. En vez de querer perdonar, muchos prefieren vengarse. En muchos niveles de la sociedad, hay una actitud común, no hay disposición de perdonar. Se ve entre parejas casadas, e hijos para con sus padres. Se nota en el mundo político, empresarial, y religioso. Pedro el apóstol buscó una excusa para no perdonar a alguien por faltas reiteradas. Quiso poner límite a las veces que perdonaba. “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” Mateo 18:21 La respuesta del Señor dejó en claro que no debe haber límite. “Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” v.22. Si siete es el número de algo completo, El Señor le dio a entender que multiplicado por setenta veces no llegaba a agotar la paciencia requerida.

 

Todos hemos hecho cosas en la vida que si pudiéramos volver atrás, no repetiríamos los mismos errores. Nos gustaría recoger la palabra mal dicha, los comentarios que dejaron a alguien herido, y servir al necesitado con amor y no a regañadientes. Pero los esfuerzos humanos no sirven para borrar los pecados. Felizmente Dios ha provisto un medio por el cual podemos obtener el perdón por los errores cometidos. Es la solución perfecta pues él borra los pecados y jamás aparecerán para ser usados en nuestra contra. El testimonio de la Biblia es clarísimo, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7. El perdón no se halla en que lo que hagamos nosotros sino en lo que Cristo hizo cuando murió en la cruz. Cristo no murió como mártir, sino como nuestro Salvador. Un mártir es obligado a morir. El Señor Jesucristo murió voluntariamente a favor nuestro. Cristo no murió por una causa noble, sino murió por nuestros pecados.

 

El relato de un perdón otorgado se halla en Juan 8 donde mientras Jesús estaba sentado enseñando al pueblo, “los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio” Juan 8:3. Sus acusadores mencionaron a Jesús que según la ley de Moisés, mujeres culpables de este acto debían ser apedreadas. Luego le exigieron una respuesta del Señor “Tú, pues, ¿qué dices?” v.5. Jesús sabía que su intención no era para establecer la ley sino buscaban motivo “para poder acusarle” de no respetar la ley de Moisés. Se inclinó hacia el suelo, escribiendo en tierra con su dedo, como para darles tiempo para sopesar sus palabras e intenciones. “Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” v.8. Jesús continuó escribiendo en tierra, mientras los hombres “acusados por su conciencia, salían uno a uno,… y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” v.9. El único que no tuvo pecado está frente a la mujer y en vez de condenarle, o tirarle una piedra, se enderezó y dijo: “ni yo te condeno; vete, y no peques más.” ¡Con qué alivio la mujer se iría con las palabras de perdón retumbando en sus oídos! ¿Acaso conoce Usted el perdón de sus pecados por medio del Señor Jesús? ¿Sabe perdonar a otros? –daj–

 

Lectura Diaria:
Números 10:11-11:3 [leer]
/Proverbios 8:1-36 [leer]
/Judas 1:1-25 [leer]