El dueño de casa no estuvo presente cuando Jesús celebró la última pascua con los suyos. Pero tuvo el privilegio de hospedar al Rey de Gloria. Una visita igual es imposible hoy, pero hay personas que vienen a nuestra casa con palabras consoladoras, y dan sus consejos con fundamento bíblico. Su personalidad santificada deja un aire del cielo para respirar. Abrir nuestros hogares para recibir a tales visitas es una forma de mantener en alto el amor fraternal. Fue una bendición para mí cuando niño que mis padres abrieran la casa a visitas. Dejan un lindo recuerdo. Es un estímulo para nuestra fe. Es como una visita de ángeles. –daj

 

Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” Hebreos 13:1-2.

 

Cuando era niño, mis padres recibían visitas en la casa. No venían solamente para comer, sino para hospedarse, especialmente cuando eran predicadores que visitaban la iglesia local para conducir reuniones especiales. Puesto que yo era el mayor y único niño varón, fui el “elegido” para desocupar mi pieza a fin de recibir en forma digna a las visitas. A veces me dormía sobre un colchón en el piso del living. No me acuerdo de haberme negado a hacerlo pues encontré a las visitas interesantes y entretenidas. Me acuerdo de Sidney Burnham, arqueólogo que había trabajado en Egipto. También John Eustace de la isla San Vicente en el Caribe, quien se gozaba de la nieve que caía. Fue la primera vez en su vida que la conoció sobre la palma de su mano. El señor J. M. Davies era misionero de la India y contaba historias interesantes. Gracias a Dios porque mis padres fueron generosos en recibir a las visitas. No solamente era beneficioso para la iglesia local al recibir sus enseñanzas, sino como valor agregado, contribuía a fijar en nosotros los niños un aprecio por otros cristianos que servían a Dios. En verdad eran “ángeles” (mensajeros) de parte de Dios que trajeron bendición a nuestro hogar y a nuestra familia.

 

Mateo el evangelista relató en el capítulo 26 que los discípulos preguntaron a Jesús “¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?” v.17. Jesús envió a dos de sus discípulos a un pueblo cercano para seguir a un hombre con un cántaro de agua. Llegados frente a la casa donde éste entraba, habían de preguntar al señor de la casa por el aposento que Jesús había pedido con anterioridad. Mateo nos informa que los discípulos habían de decir: “el Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos” v.18. ¡Qué privilegio! Jesús el Hijo de Dios había pedido usar una pieza en la casa de un discípulo cuyo nombre no es mencionado. “En tu casa celebraré la pascua con mis discípulos,” dijo. ¿Le gustaría que Jesús le dijera algo similar a Ud.? El dueño de casa no es nombrado, pero su casa tuvo una importancia singular, pues en ella: el Señor Jesús instituyó la práctica que sigue realizándose hasta el día de hoy, es decir, celebramos la Cena del Señor.

 

Obviamente el Señor había conversado con el individuo de antemano acerca de sus planes para celebrar la última Pascua con los suyos antes de morir y seguramente había pedido el uso de una pieza. Nadie sabía que en la misma ocasión, Jesús dejaría establecido su deseo que le recordáramos en su muerte, sepultura y resurrección. Fue allí en esta pieza prestada que Jesús instituyó la que hoy día llamamos la Cena del Señor. El dueño de casa no estuvo presente pero tuvo el privilegio de hospedar al Rey de Gloria. Una visita igual a ésta es imposible hoy, pero hay visitas que a veces vienen y dejan un lindo recuerdo. Dejan una fragancia de Cristo que afecta la vida de los moradores. Hay algunas visitas cuya pasada por la casa deja un lindo recuerdo. Es un estímulo para nuestra fe. Es como una visita de ángeles. Ha sido una bendición en nuestro hogar desde entonces. ¿Está dispuesto a recibir la visita de un creyente en su hogar? –daj

Lectura Diaria:
Éxodo 35:1-35 [leer]
/Salmos 87:1-88:18 [leer]
/Hechos 21:1-16 [leer]