Hay personas que por disposición de una autoridad llegan a ocupar un puesto de importancia en una empresa o en el gobierno de su país. Lo ven como un gran honor y privilegio. Por eso procuran responder lo mejor que puedan para complacer a aquel que le ha conferido el privilegio.

 

A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Juan 1:12.

 

Ser “privilegiado” describe la experiencia de una persona que adquiere un beneficio o estatus que en el curso normal de la vida no lo podría obtener. Cuando algo así ocurre, es de especial importancia para el individuo. En su venido a este mundo Jesucristo vino ofreciendo al pueblo el privilegio de entrar a formar parte de la familia de Dios. En vez de aceptar su oferta, “los suyos no le recibieron”. Los suyos eran el pueblo judío quienes le rechazaron. A renglón seguido vemos que Dios siguió con su oferta de misericordia y los que recibieron con fe al Señor Jesús fueron dados el privilegio “de ser hechos hijos de Dios.” El mismo apóstol Juan dio rienda suelta a su contentamiento por este hecho y nos invita a considerar: “cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” 1 Juan 3:1. ¿Es usted hijo o hija de Dios?

 

Una de las verdades bíblicas más importantes es la doctrina del nuevo nacimiento hecho posible por medio de la fe en Cristo. Cuando uno la experimenta, pasa a tener una relación íntima con Dios Padre. Nos trata como hijos queridos y espera que respondamos a Él obedeciéndole como hijos que aman a su padre. Este parentesco establecido por Dios impone ciertas responsabilidades. Por ejemplo se espera que los nacidos de nuevo hagan justicia, o sea, que vivan de acuerdo al carácter de Dios su Padre. (1 Juan 2:29). Por lo tanto, “todo aquel que es nacido de Dios, no practica (como hábito) el pecado” 1 Juan 3:9. Con el privilegio de ser hecho hijo de Dios viene la responsabilidad de demostrar el parentesco.

 

El amor fraternal es otra evidencia de ser hecho hijo de Dios. “Todo…  aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él” 1 Juan 5:1. Una evidencia que distingue el hijo de Dios es el amor para con sus hermanos y hermanas en la familia de Dios. El  mundo está lleno de tentaciones que tienen por objeto apartarnos de ejercer fe en Dios. Con la nueva vida recibida por fe en Cristo, el hijo de Dios es capacitado para vivir victoriosamente; “porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” 1 Juan 5:4. El secreto está en dejarse guiar por el Espíritu Santo, “porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” Romanos 8:14. Apreciemos el gran privilegio de pertenecer a la familia de Dios. Vivamos como hijos obedientes. –daj

 

Lectura Diaria:
Josué 22 [leer]
/Isaías 15-16 [leer]
/2 Tesalonicenses 1 [leer]