“En la Biblia aprendemos que la fe honra a Dios. Cuando un ser humano ejerce confianza en lo que Dios ha dicho, Él se agrada. Esto es muy cierto también en la hora de la prueba.

Habéis visto el propósito del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” Santiago 5:11

En el relato de la resurrección de Lázaro hemos visto que tanto Marta como María tenían expectativas diferentes a lo que Dios tenía como propósito último para la enfermedad y muerte de Lázaro. Al final Jesús levanta de los muertos a Lázaro contra todas las leyes naturales, y Dios es glorificado, lo cual era su propósito. También tenemos una historia muy interesante en Lucas 7 donde se nos cuenta que Jesús y una compañía de personas se aproximaban a la ciudad de Naín. Llegando a la ciudad se cruzan con un cortejo fúnebre. El hijo único de una mujer viuda ha fallecido y van a enterrarle. A diferencia de las hermanas de Lázaro, esta mujer no envió recado a Jesús para contarle que su hijo estaba enfermo. Tal vez él sufrió una muerte violenta, tuvo un accidente, o bien padeció una prolongada enfermedad, no lo sabemos. De cualquier manera, esta viuda ya no tiene esperanza y entendemos que nunca pidió a Jesús que devolviera la salud a su hijo. Quizá ni siquiera le conocía, pero lo cierto es que Lucas nos dice que “cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores” (Lucas 7:13). Nadie tuvo que contarle a Jesús lo que sucedía. Él, entendió lo que estaba pasando y desplegó una manifestación notable de gracia y compasión en respuesta al dolor de esta mujer. No en vano el profeta escribió que él “sufrió nuestros dolores” (Isaías 53:4). Esta mujer nunca ejerció antes fe en el Hijo de Dios. Sin embargo, Él se compadeció de ella y resucitó a su hijo.

Así también ocurre en el día de hoy. Personas que viven su vida completamente inconscientes de las bendiciones de Dios, se levantan de mañana y llegan a la noche como si él no existiera. Hay dolor, hay sufrimiento y Dios en su gracia muchas veces les muestra compasión y les alivia de alguna enfermedad. También permite que prosperen y bendice a sus familias y sus trabajos. Les bendice sin que ellos lo esperaran conscientemente, igual que la viuda de Naín. La verdad es que El Señor no estaba obligado a resucitar a Lázaro ni tampoco al hijo de la viuda de Naín, como tampoco está obligado a bendecir al ser humano que le deshorna ignorándole, pero en los dos casos muestra su compasión. Además en las historias que hemos brevemente considerado Jesús  muestra su empatía con el que sufre y en ambos casos levanta a los que habían muerto. Él también pudo mostrar compasión y gracia sin resucitarles, consolando a los deudos y dando aliento, pero en su soberanía escoge demostrar su poder sobre la vida y la muerte de ésa manera. Notemos el resultado de estos dos milagros: para el primero él mismo la ha dicho, que va a traer gloria a Dios. Para el segundo, se nos dice también que “todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios” (Lucas 7:16). El resultado fue el mismo, Dios fue glorificado.

En este punto debemos reconocer que, si somos cristianos, el Señor nos muestra permanentemente su compasión. Él se compadece de nosotros siempre, ya sea contestando o no nuestras oraciones y peticiones de la manera en que queremos, pero nunca se apartará del principio de glorificar a Dios. Si el lector no es salvado, debe reconocer la gracia de Dios que le lleva y “le guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). ¡Cuántas bendiciones que nunca han sido reconocidas y mucho menos agradecidas! ¡Cuánta gracia desplegada en diferentes situaciones, sólo porque el Hijo de Dios es compasivo! El ser humano sólo puede reconocer de una sola manera la compasión y bondad de Dios. El inconverso, sólo puede glorificarle de una forma. Esto es confesando sus pecados y recibiendo a Cristo como su salvador personal. Al hacerlo, Dios será exaltado y glorificado, y el corazón regenerado podrá reconocer por vez primera a cabalidad las bondades de su Dios. “Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra” (Salmo 17:7) –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
1 Reyes 20 [leer]
/Jeremías 32:1-25 [leer]
/Hebreos 3 [leer]