Como seres humanos, tenemos diferentes formas de interpretar los acontecimientos. Si se trata de atribuir causas para las pruebas, cada persona puede tener su propia explicación.

“Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Juan 12:40

Incluso los cristianos muchas veces tienen su convencimiento acerca de los motivos por los cuales Dios puede haber permitido una prueba en sus vidas y o en las de los demás. Algunas veces pensamos que las cosas debieron ocurrir de una determinada manera y hacemos supuestos acerca de cómo Dios actúa. Asumimos que él “debe actuar” de una forma específica. En la Biblia aparecen varios ejemplos que ilustran estas reacciones. La conocida historia de María, Marta y Lázaro nos muestra cómo personas que amaban a Jesús también pueden interpretar los eventos de una manera equivocada. La historia está en Juan 11: 1-44. Jesús se entera que Lázaro está enfermo, se queda expresamente más tiempo donde estaba y al conocer que éste muere les comunica a sus discípulos que va a Betania “para despertarle”. Él siempre supo que le iba a resucitar, siempre estuvo en sus planes hacerlo, pero introduce un concepto que muchas veces olvidamos. Lo que mueve a Jesús y le movió durante toda su vida terrenal es glorificar al Padre. Él busca su exaltación, su agrado y su honra: “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4).

De los suyos, nadie entendió el real significado de estas palabras, y al llegar a Betania días después, vemos que también las hermanas del difunto tienen una visión incompleta acerca de la voluntad y del poder de Jesús. Marta viene a su encuentro y le dice: “si hubieses estado aquí mi hermano no habría muerto” (verso 21). Sus expectativas no habían sido cumplidas. Poco después María, la otra hermana de Lázaro repite las mismas palabras (verso 32). Ellas manifiestan decepción, una sensación de que las cosas podrían haber salido de otra manera, y también algo de confianza en Jesús, pese a todo. Esta mezcla de sentimientos y sensaciones es muy propia de los seres humanos cuando confundimos nuestra realidad presente y no la consideramos en la perspectiva de la voluntad de Dios y la glorificación de Dios. Sufrimos porque las cosas no se dieron como nosotros esperábamos y al mismo tiempo esbozamos una confianza parcial en Dios esperando que él pueda de alguna manera arreglar en parte nuestra situación: “Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (verso 22). Implícitamente, le dice a Jesús que se equivocó, pero que tiene el poder para enmendar la situación… Los incrédulos tampoco pierden oportunidad en atacar al Señor, despectivamente dudando de su poder y sembrando dudas con respecto a su amor: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” (verso 37).

Sin embargo, en la perspectiva de Dios, como hemos dicho, su gloria es el primer y último objetivo. Nuestro “beneficio” es algo que nos da por gracia y que de ninguna manera podemos exigir. ¿Es cristiano el lector? Cuántas veces en nuestras pruebas él no ha sido glorificado, al menos no del todo. Su gloria no ha sido primer objetivo, sino que nos saque del trance por el cual estamos pasando. Sin embargo, él “es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11) y nos sostiene, ayuda y trabaja en nosotros para que llevemos gloria al Padre (Filipenses 1:6). Muchas veces en su gracia y bondad nos saca de la prueba, nos libra y nos levanta. En otras ocasiones nos recuerda: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Si el lector no es salvo, no haga tampoco suposiciones con respecto a las cosas que le ocurren sino considérelas como el llamado de Dios a pensar en su alma y a buscarle a él. No debemos ignorar su voz, ni endurecer nuestros corazones (Hebreos 3:7-8) y tampoco ignorar su benignidad, paciencia y bondad, porque ellas nos guían al arrepentimiento (Romanos 2:4). La fe siempre honra a Dios, y él bendice a quienes confían en él ya sea para la salvación del alma como después para las circunstancias de la vida diaria. Que Dios sea glorificado en su vida al recibirle como su salvador personal y al confiar en él, honrándole en medio de la prueba. —rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
1 Reyes 19 [leer]
/Jeremías 31 [leer]
/Hebreos 2 [leer]