Dios usa el sufrimiento para enseñarnos que el pecado en cualquier forma es contrario a su voluntad. A través del sufrimiento, reconocemos nuestra debilidad y pecaminosidad y buscamos como agradar a Dios para vivir como resucitado de la muerte.

 

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Filipenses 3:12

 

El tema de la muerte y la resurrección del Señor es la base de la enseñanza de Pablo en Filipenses 3. El gran anhelo del apóstol era de “asir aquello para lo cual fue también asido por Cristo Jesús,” y de llegar “a la resurrección de entre los muertos” v.11. Ya fuimos asidos por Cristo y esto no se refiere a algo que ocurra DESPUÉS de esta vida en la tierra, sino ocurrió en el momento de aceptar a Cristo como Salvador. “Lograr asir aquello” es algo que el Señor quiere de nosotros actualmente, mientras estamos aquí en este mundo. Es una enseñanza profunda pero entendible. El Señor quiere que lo que profesamos en nuestro bautismo sea una realidad en nuestras vidas. Quiere que estemos muertos al mundo, y vivos para Dios. Tenemos las mejores intenciones de vivir así, pero fracasamos vez tras vez. Entonces, ¿cómo se puede alcanzar esto para lo cual fuimos alcanzados, o asidos? Es la vida resucitada la que debemos vivir, la resurrección que sigue a la muerte. Primero tenemos que morir. Algo de esto sucede cada vez que dejamos atrás una práctica de la vida pecaminosa. El problema es que hay mucho de la vieja naturaleza en nuestro ser. Ella está demasiado viva y que no quiere morir.

 

La muerte no se experimenta sin sufrimiento y como es natural, huimos de ella. ¿Quién quiere sufrir? El Señor en su sabiduría permite los sufrimientos que necesitamos para que podamos ir aflojando nuestras manos de las cosas que nos tienen atadas, o que tenemos agarradas. El Señor quiere que dejemos las actitudes y los pensamientos que no sirven para poder vivir la vida que le agrada a Él. Quiere que dejemos estas cosas para que Él pueda hacer una limpieza por dentro y por fuera. El sufrimiento que experimentamos por causa del pecado nos enseña para que abandonemos la causa. Es como morir a la actitud o a la situación problemática. Cuando la vida resucitada de Cristo nos controla, es vivir como un resucitado victorioso. La enseñanza en Filipenses 3 es que a la medida que morimos, logramos vivir la vida resucitada.

 

Filipenses 1:29 dice que “os es concedido” no sólo creer en Cristo sino también padecer por El. El sufrimiento es visto como algo concedido u otorgado como un obsequio. En algunas religiones, dicen que los sufrimientos sirven para expiar los pecados, pero la enseñanza bíblica es muy distinta. Los sufrimientos son parte del proceso de la muerte, y paso previo a la resurrección que el Señor Jesucristo quiere producir en nosotros. El Señor permite la clase de sufrimiento que sea necesario en nuestra vida para llevar a cabo sus propósitos. Algunos aprenden de una manera, y otros de otra. ¿Qué debería ser nuestra actitud frente a los sufrimientos? El Señor Jesucristo en Getsemaní los enfrentaba con la respuesta, “que no se haga Mi voluntad, sino la tuya”. Es posible responder así por el poder del Espíritu Santo en nosotros. Pablo reconocía en su vida de no haber llegado al nivel de madurez que quería, pero proseguía hacia la meta. Quería “agarrar” aquello por el cual ya había sido “asido por Cristo Jesús”. La vida del resucitado es una vida dedicada a los intereses divinos y ésta debe ser la meta de todo los que somos de Cristo. Pablo dijo: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:14 –daj

 

Lectura Diaria:
Levitico 24:1-23 [leer]
/Salmos 137:1-138:8 [leer]
/Marcos 9:33-50 [leer]