El profeta Elías, después de una gran victoria experimentó un colapso. Su fe se debilitó profundamente, tuvo temor y una sensación de futilidad. Sin embargo cuando su fe en Dios se debilitaba, fue fortalecido para seguir sirviendo.

David experimentó también oleadas de angustia y desolación que bien podríamos considerar como episodios casi depresivos. Leemos:

“Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; Sácame de mis congojas” (Salmo 125:16-17)

“Mi espíritu se angustió dentro de mí. Está desolado mi corazón” (Salmo 143:4)

Siendo un hombre muy valiente y creyente en Jehová Dios, David vive momentos personales muy difíciles y lo mismo podemos decir de Elías. ¿Es este Elías, el osado profeta que enfrentó a los falsos sacerdotes de Baal? ¿Puede acaso estar deprimido, desilusionado o descorazonado? En lo profundo de su pesar, sin embargo, Dios le trata con ternura. Primero, le deja dormir y luego le despierta y –para sorpresa suya– “he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse” (v. 6). Después, se mete en una cueva y pasa la noche. Después de esto, Dios le formula una pregunta que sirve para todos nosotros cuando nos sentimos desanimados, a pesar de estar trabajando en la voluntad del Señor, en la obra del Señor. Después de una noche en la cueva, a la luz de un nuevo día “vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:9).

La pregunta fue para despertarle a su realidad y al mismo tiempo encargarle más trabajo para los días futuros. Fue un llamado a considerar la realidad como Dios la veía. “Qué haces aquí?” es un llamado de atención a que Elías está en un lugar en el que no tenía que estar. Dios no le había enviado allí y por lo tanto estaba en el lugar equivocado. Nada de morir, ni pensar en renunciar. Elías tiene que seguir sirviendo al Señor con renovadas fuerzas. Conviene hacernos cada uno la misma pregunta para que estemos en el lugar en que el Señor quiere que estemos. ¿Qué responderíamos a esa pregunta? ¿Podríamos dar una buena respuesta al Señor, explicándole porqué nos encontramos donde nos encontramos? No seamos negligentes en seguir la voluntad del Señor, no seamos ociosos en su servicio. ¿Qué haces aquí? –daj/rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 5 [leer]
/Eclesiastés 7 [leer]
/Lucas 8:1-21 [leer]