Cada creyente en el Señor Jesús tiene una esperanza sólida referente al futuro. No es un deseo solamente sino una esperanza basada en la palabra del Señor Jesús. ¿La tiene usted?
“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” Salmo 27:13
Mire la esperanza del creyente, basada en la palabra del Señor Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:35. Vivimos en la tierra de los moribundos, y la tierra continuará así hasta que haya un nuevo cielo y una nueva tierra. Hasta que Cristo vuelva por los suyos, nadie deja este mundo sin morir. “Está establecido para los hombres que mueran.” Hebreos 9:27. Sin embargo, cuando Cristo venga, transformará los cuerpos de los vivos para llevarlos al cielo sin pasar por la muerte. Llegados al cielo, estaremos siempre en la tierra de los vivientes, ¡Para siempre! En aquel lugar, habrá una gran ausencia de cosas que aquí producen pena y sufrimiento. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” Apocalipsis 21:4.
Los saduceos conformaban una secta en los tiempos de Jesús y de cuyos orígenes no se ha podido descubrir mucho. Parece que eran hombres influenciados por la filosofía griega cuando los griegos dominaban Israel. Juan el Bautista pronunció palabras fuertes contra ellos. “Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” Mateo 3:7. Por su parte el Señor les llamó “hipócritas.” Mateo 16:3. Ellos no creían en la existencia de ángeles y tampoco creían en la resurrección. No solamente no creían sino que también se dedicaban a ridiculizar a los que abrigaban tal esperanza. Los saduceos hicieron una pregunta capciosa a Jesús sobre un supuesto caso de un hombre con siete esposas, y cuál de ellos sería su marido después de la muerte. No eran sinceros pues no creían en la resurrección. En su respuesta a ellos, Jesús afirmó la doctrina de que hay vida después de la muerte. Dijo Él: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.” Mateo 22:32.
Las palabras referentes a los patriarcas fueron dichas centenares de años antes cuando Moisés estaba frente a la zarza ardiente; “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.” Cuando Moisés escuchó estas palabras, más de 400 años habían pasado desde que Jacob murió. Jesús usó las mismas palabras cuando contestó a los saduceos, agregando, “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.” Al malhechor en la cruz, Jesús prometió, “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Lucas 23:43 Jesús aseguró a Marta que su hermano resucitaría. Juan 11:23. Y luego le reveló: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” Juan 11:25. Al final del verso 26, hay una pregunta para todos. “¿Crees esto?” –daj