Hay varias actividades en que los seres humanos se ocupan y por ellas son alabados por la contribución que significa para la humanidad. El cristiano hace una contribución enorme cuando abre la ventana del evangelio para que la luz de la verdad se conozca.

 

Pablo dijo: “Me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo.” Efesios 3:8.

 

¿Es posible que alguien tenga su mente tan absorta de los temas celestiales que no valga para nada en el mundo? Años atrás unas personas criticaron a un hermano en la fe de esta manera. Dijeron algo como “Este hombre es tan pendiente del cielo que no vale nada en la tierra.” Yo me limité a escuchar el debate entre los que le alababan y los que le menospreciaban. De vez en cuando lo dicho en aquel entonces me viene a mente. Sería muy injusto decir que alguien no vale para nada en el mundo. Pero reconozco que el creyente en Cristo debiera estar consciente de las dos esferas, tanto del cielo como del mundo que le rodea. El mismo Señor Jesucristo dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” Juan 10:9. El Señor salva al pecador de la condenación para darle libertad. Por decirlo así, puede entrar, salir, y alimentarse espiritualmente. Jesús le salva para adorar y para servir.

 

La persona que se convierte en hijo de Dios, se deleita con el privilegio de entrar en la mismísima presencia del Padre para adorar y ofrecerle su sacrificio de alabanza. Tenemos esta libertad “por el camino nuevo y vivo que él (Señor Jesucristo) nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” Hebreos 10:20. A través de Jesús como puerta podemos entrar a la presencia de Dios. Al mismo tiempo, hay libertad de salir a fin de anunciar la gran bendición de ser hijo de Dios. También salimos a invitar a otros para que aprovechen la oferta de ser salvos por medio de Cristo. El Señor mismo es el que nos manda a salir: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” Juan 20:21. Jesús salió del cielo para anunciar las buenas nuevas y ahora encarga a los suyos a salir a predicar las mismas buenas nuevas por doquier.

 

Jesús nos llama a ser testigos al mundo que nos rodea. A sus primeros discípulos les llamó para convertirles en “pescadores de hombres” Mateo 4:19. Jesús mismo se desplazaba en el mar de la humanidad llamando a los pecadores al arrepentimiento a fin de obtener la vida eterna por medio de él. “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” Juan 10:28. “Sígueme,” dijo Jesús. También dijo “Venid en pos de mí”, y “Arrepentíos y Sed salvos” Lo dijo con urgencia para que la gente se convirtiera. Debemos estar preocupados de los asuntos celestiales y al mismo tiempo testificar a los perdidos en el mundo. Ésta es la actividad que el Señor espera de los suyos. Es una actividad valiosa. El hijo de Dios es un embajador, un enviado de parte de Jesús para declarar “el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” Efesios 3:8.–daj

 

Lectura Diaria:
Marcos 14:1-26 [leer]
/Numeros 5:1-31 [leer]
/Proverbios 2:1-22 [leer]