¿Tratamos de generar una buena impresión frente a nuestros semejantres? Lea acerca de un joven que intentó impresionar a mismo Jesús.

“Jehová mira el corazón” 1 Samuel 16:7

 

En el mundo laboral se acostumbra citar a entrevistas de trabajo a postulantes para algún cargo o trabajo. Se desea conocer características específicas de los postulantes, sus motivaciones, méritos y potenciales problemas o señales de alerta que puedan surgir. También se les envía a evaluación psicológica para tratar de determinar la existencia de alguna condición mental anormal o incluso psiquiátrica con respecto a capacidad de respuesta frente al stress, si puede o no trabajar en equipo, etc. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que pese a todas estos filtros se escape algún problema o detalle relevante, algo que debería saberse y que las entrevistas y evaluaciones previas no fueron capaces de pesquisar.

Sin embargo, en las cosas espirituales no hay entrevistas de trabajo. No existe la posibilidad de generar una buena impresión delante de un entrevistador o psicólogo, de vender una imagen o de preparar las respuestas para producir una sensación de idoneidad o experiencia. Delante de Dios, que no necesita de asesorías, el diagnóstico está claro: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 6:23). Todos están descalificados, los antecedentes son lapidarios, las referencias no existen: “Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6) ¿Existe alguna posibilidad de dar una buena impresión delante del evaluador, Dios? ¿Hay alguna opción de que el omnisciente creador y juez sea influenciado por nuestras pretensiones y actuaciones? Un joven pretendió hacerlo en la escritura.

Leemos el relato en Marcos 10:17-21: “vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes… El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta”.

Este hombre tenía las  mejores credenciales personales, religiosas y morales. Sin duda un candidato sobresaliente, pero todo eso fue insuficiente ante el Dios santo pues este joven tenía un concepto demasiado alto de sí mismo. Mas bien, los que son aceptos a Dios son los desposeídos, los destituidos, los necesitados, los pobres: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El no necesita entrevistarnos para conocer nuestra ruina y pecado. Por el contrario, invita al hombre y mujer caídos a venir ante Él. No intente mostrar una imagen irreal ante Dios, crea en Jesucristo y recíbale como su salvador personal, y será salvo. rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 22:1-24 [leer]
/Job 25:1-26:14 [leer]
/Mateo 12:1-21 [leer]